Capítulo 31

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Desconocido.

La nieve no cesa, el frío ha aumentado, pero nada de eso me impide protegerla, de hecho nada me detendría. Cuando se trata de esa dulce pelirroja, se me olvida hasta el propósito de todo esto; sí, tal vez ahora las cosas no estaban saliendo como planeé; no tenía contemplado que ese lunático se arriesgaría tanto, todo con tal de hacerme enojar; se estaba vengando, pero se equivocó; no debió herir al único ser que me mantiene cuerdo.

Mi vista está fija en la ventana de esa habitación del segundo piso, las luces están encendidas, ella sigue despierta, me detesto por lo que haré; jamás pasó por mi mente que haría estas cursilerias en mi vida y aquí estoy, haciendo todo lo contrario por mi chica. Tomo del suelo una diminuta roca; tampoco quiero que nadie se de cuenta de mi presencia; ahora todos están furiosos por lo que pasó y mi intención no es echarle más leña al fuego.

Lanzo la roca y da justamente en el cristal del balcón; repito la acción varias veces; al parecer no escucha, ¿ya se durmió? Estoy por aventar otra piedra y me detengo cuando veo a una despeinada Hayley quien me saluda muy feliz, agita su mano e intencionalmente hago lo mismo. Mi corazón se detiene por un momento; verla me deja sin aliento, no puedo dejar de hacerlo; sonríe y es como si un brillo resplandeciente emanara de ella; siento como si el tiempo hasta la nieve se detuviera, escucho los latidos de mi corazón y mis pies se mueven por sí solos; quiero tenerla cerca.

Vuelve a entrar para buscar no sé qué y esta vez supero mi récord en trepar la pared y llegar al balcón. La veo regresar y viene casi corriendo; no soy el único desesperado al parecer. Choca con mi pecho por venir distraída, da un paso atrás, está asombrada y con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Cómo lo lograste? —sujeta en sus manos la soga que he utilizado los últimos días para subir, porque sí, no era la primera vez que hacía esto. Obviamente no dejaría sola a mi chica; bueno, cuando está conmigo no es como que piense en otras cosas que no sea yo. —Es peligroso, te pudiste haber lastimado —me regaña. —No te vio nadie, ¿cierto? Si mis padres te ven, me matarían—negué y ella suspiró de alivio—, ¿por qué tardaste en venir? Dijiste que estarías aquí hace una hora.

Sonrío para mis adentros; esto solo hace que me sienta más atraído a ella —pero estoy aquí, ¿no? ¿No es lo importante?

—Ven, hace frío —me toma de la mano y veo lo que ha planeado en su habitación para esta noche.

— ¿Cenaste? — Me he encargado de cuidarla desde lo sucedido; no quiero que tenga una recaída; la imagen de ella destrozada no ha salido de mi mente. Me encargaré para que no vuelva a pasar por algo así. Aunque trata de ocultarlo, sé que le duele y tardará en superarlo, pero estaré para ella siempre.

—Sí, me terminé todo.

Los primeros días fueron los peores, me mantuve al margen y fue la peor decisión que tomé; ella casi no comía y se la pasaba dormida, no tenía ánimos para nadie y nada; la traición la llevó a una depresión que cuando la vi de nuevo fue como si estuviera con una Hayley totalmente diferente.

Mejoró poco a poco; ella me necesitaba más que nunca y no la dejaría sola, menos ahora que había decidido unirse a mí. Fue lo mejor; así podría seguir con mi plan de venganza y ella estaría ayudándome. El verdadero problema iniciaría cuando él se diera cuenta. Por ahora lo tenía bajo control y solo lo sabrá cuando vea lo que he estado planeando junto a mi chica.

—¿Qué película vamos a ver?

—Conseguí tu saga favorita— Ella odia el terror, pero solo por mí se atrevería a ver todas esas películas. Solo conmigo era así y me fascinaba. 

No es que me guste ese tipo de películas, de hecho me da exactamente igual; lo que más quiero es estar con ella, a su lado. Hacía todo esto por una razón: Hayley cada vez que se asustaba se refugiaba en mí, me abrazaba fuerte y me sujetaba de la mano y eso volvía loco a mi corazón. Tenerla así de cerca despertaba sensaciones que...

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