Odiaba el terror y todo lo que tuviera que ver con él. No toleraba las películas y menos si eran muy sangrientas, detestaba la sangre. Por eso una de las festividades que me disgustaban y que cada año esperaba que pasara rápido era:
Halloween o también conocido como la noche de brujas, es una celebración que se festeja todos los años en la noche del 31 de octubre, donde todos se disfrazan y los más pequeños salen a pedir dulces en todas las casas de su vecindario.
En mi vida pocas veces lo había celebrado, ¿por qué? En el país de donde provenía mi madre no se celebraba y no era común, por ende, mi familia tampoco lo hacía, había salido un par de veces a pedir dulces cuando era niña junto a mi mejor amiga Emma y su hermano Lucas (al cual lo obligaban a que nos acompañara), pero de ahí no pasaba, de hecho, nos hacían regresar temprano y solo podíamos ir cerca, sin salir de nuestro fraccionamiento privado. Debía admitir que en esos tiempos me ponía triste que fuéramos los únicos que no lo celebráramos. Todas las demás casas estaban decoradas con calaveras, luces, telarañas, murciélagos, pero la nuestra no.
Miraba a las familias disfrazarse todos juntos, pero mientras crecía, entendí que esa tradición no era algo a lo que mi madre acostumbraba, para ella era cualquier día. Obviamente, ella no me prohibió nada, pero con el tiempo lo dejé de lado y acepté las costumbres de mi madre. Por cierto, ella me enseñó otras festividades de su país que me encantaron. Sin embargo, ese día no pasó desapercibido, creamos nuestra propia tradición junto a los Jones, la cual consistía en reunirnos todas las noches del 31 de octubre para ver películas de terror en su casa, nadie podía negarse. La habíamos nombrado: Pijamada, espeluznante con los Jones (no se nos ocurrió otra idea).
Este año todo sería diferente, número uno: estábamos lejos de casa, número dos: la insistente de Emma me había convencido de ir al club de Owen, ya que hoy, 31 de octubre, habría una fiesta de disfraces. Aun con mi disfraz puesto estaba dudando, debía admitir que no me entusiasmaba mucho el plan de mi mejor amiga. Halloween no era para mí, algunos disfraces eran tan espeluznantes que hasta parecían verdaderos y en especial uno de ellos que me daba más pavor cuando era pequeña: los payasos.
Todo sucedió una vez que fue el turno de Lucas escoger la película que miraríamos aquella noche de Halloween. Al muy odioso se le ocurrió poner una película que trataba de un payaso que comía niños. Quedé traumada de por vida imaginando al payaso y más porque el estúpido de Lucas tiempo después hacía bromas diciéndome que vendría por mí. Tuve que dormir con mis padres por más de un año y fue peor cuando se vistió de él y me asustó. No regresé a su casa hasta que vino a pedirme disculpas a la mía. Sabía que no eran sinceras por su risilla que trataba de ocultar. Solo lo había hecho porque sus padres se lo habían pedido. Aunque lo detestaba por lo que me hizo, al final terminé perdonándolo. ¿Por qué? Lo quería mucho como para dejarle de hablar.
Mi disfraz consistía en: un vestido color morado intenso, escote en uve, era de manga larga y corto, muy corto, bajo este llevaba medias, un tono más claro que el vestido. Los accesorios que agregué fueron: una mascada verde y una diadema y no podían faltar los tacones, estos dos últimos eran del mismo color del vestido. Lo sé muy morado, ¿no? Pero se me miraba increíble, así como el personaje que había escogido para disfrazarme: Daphne Blake de Scooby-Doo.
La verdad es que no había sido mi idea, sino de la persona que estaba frente a mí en ese momento: Emma, quien se retocaba el labial, su plan fue que nos disfrazáramos en grupo y eso habíamos hecho. Ella iba vestida como Velma Dinkley con una sudadera naranja y una minifalda de tablones roja, se había colocado una peluca castaña y esta vez no llevaba lentes de contacto, tenía sus lentes de armazón, se miraba más segura de sí misma y cómoda, sí, cualquiera pensaría que son parte del disfraz, pero esto era un avance, ella no se había atrevido a salir con ellas. La idea fue de ella, pero el disfraz lo escogió Thomas y sabía que lo hizo por ella y fue un gesto muy lindo.
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Nuestro Destino.
Teen Fiction¿Crees en el destino? ¿O la casualidad? ¿Pero qué es el destino? Es algo que está por encima de nosotros y que nos empuja hacia una sucesión inevitable de acontecimientos, de circunstancias de las que no podemos escapar, ¿todos estamos destinados a...