23. No sé ser sin él

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Cuando abro los ojos, lo primero que veo es el rostro sonriente de Caden

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Cuando abro los ojos, lo primero que veo es el rostro sonriente de Caden. Me aparta un mechón de la cara con delicadeza, con los ojos clavados en los míos.

Anoche preparó pollo a la plancha y la mejor ensalada que he probado en la vida, subimos a su dormitorio y vimos varios capítulos de Crónicas Vampíricas, hasta que supo diferenciar entre los Salvatore y los Originales, o eso me hizo creer. No sé en qué momento me quedé dormida, pero no parece haberle molestado el hecho de compartir el colchón conmigo.

—Buenos días —susurra con la voz ronca erizándome la piel.

Varios mechones desordenados caen de forma desenfadada por su frente, cubriendo el turquesa de sus ojos. Alargo la mano hasta ese punto exacto y se los aparto para poder mirarle como quiero.

—Tu móvil no ha dejado de sonar —me besa la palma de la mano, me estremezco ante eso gesto tan tierno e intento girarme para que no se me note lo que me hace sentir, aprovechando para cogerlo, pero antes de que pueda separarme del todo, me lo impide rodeando mi cintura y acercándome a él— Y has roncado toda la noche.

—No es cierto... —abro los ojos con sorpresa.

—Eres como un camionero.

—¿Ronco? —escondo la cara en la almohada, nadie me ha dicho antes que lo hiciera, no puede ser que me haya pasado toda la noche con la boca abierta. Por favor, señor, si estás ahí, necesito que esta vez sí hagas caso y me hagas desaparecer.

Caden me sujeta de la barbilla y la alza para que pueda mirarle. Me encuentro con una mueca burlona y una sonrisa que ocupa todo su rostro.

—¡Eres un mentiroso! —le doy un manotazo en el pecho para intentar alejarme de él, pero solo consigo hacerle reír a carcajadas, que me levante por la cintura y cuelgue de su hombro— ¡Caden, no!

—Ya está el desayuno —baja las escaleras conmigo al hombro como si pesara menos que una pluma. Tan solo llevo su camiseta, por lo que ahora mismo debo de tener el culo a la vista y muy cerca de su cara.

Me sujeto de su cuello cuando me desliza por su torso hasta dejarme en el suelo. Un rico aroma me inunda las fosas nasales al llegar a la cocina. Camino a su lado hasta comprobar una mesa repleta de fruta, tortitas recién hechas y varios tipos de siropes.

—¿Has cocinado? —abro la boca con sorpresa.

—No solo soy guapo —se burla.

Le doy con el hombro como respuesta y su sonrisa se expande por todo su rostro.

—Es la segunda vez que cocinas para mí —alzo ambas cejas— De haberlo sabido habría venido más veces a dormir. En casa si no preparo el desayuno nadie come.

—De hecho, tengo esto para ti —alza un juego de llaves que mueve en movimientos circulares en el dedo.

—¿Qué es esto?

Seduce MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora