Nunca he estado tan nerviosa al caminar por este pasillo como lo estoy ahora. Me aferro a las asas de la mochila mientras agilizo el paso hasta llegar a las escaleras que suben a la segunda planta, dónde tengo la primera clase del último curso. Evito a toda costa las miradas y los cuchicheos que van dirigidos a mí. Personas con las que me he cruzado cada año por estos mismos pasillos y no sabían ni que existía, ahora actúan como si fuéramos amigos.
—Me encanta el vestido —sonríe una chica con media melena oscura y las puntas de colores al pasar por mi lado.
Finjo una sonrisa como respuesta y sigo con la mirada clavada en el suelo, intentando llegar hasta el final y poder entrar en el aula.
—¿Mochila nueva? —pregunta alguien que desconozco, miro mi mochila, es la misma rosa despeluchada que uso desde el primer año.
Continúo andando, deseando poder llegar cuanto antes y volver a ser esa chica invisible que pasaba desapercibida.
—Tremendo culo.
Intento continuar como si nada, pero mis pies deciden frenar y no seguir caminando. Me giro hacia atrás, pero el imbécil que haya dicho eso parece haberse ocultado entre el gentío. Miro a mi alrededor, pero en vista de que no puedo señalar a nadie sin estar del todo segura, lo dejo estar. Mi prioridad ahora es llegar al aula de las primeras y poder escoger el sitio de siempre.
Subo las escaleras sin ningún otro percance, salvo el mero hecho de que todo el mundo me mira y habla de mí, y giro el pasillo a la derecha.
—No seas una puta estirada ahora.
Reconozco esa voz, lo busco con la mirada hasta encontrarlo sobre el cuerpo de otra persona, un cuerpo mucho más delgado y pequeño que el suyo, que lucha por quitárselo de encima sin mucho éxito.
Mi primer instinto es acercarme y ayudar a quién sea que intenta librarse de Finn Davis, pero mi lado más racional me recuerda que no es una buena idea por muchas razones, pero principalmente, porque es el hijo del director, y si algo he aprendido todos estos años, es que jamás paga por sus errores.
Voy a continuar caminando hasta el aula como hacen los demás hasta que oigo la voz de ella:
—Estás haciendo el ridículo, Davis —se queja nerviosa—. Déjame en paz de una maldita vez.
—No decías lo mismo el curso pasado.
—El curso pasado no sé quién narices era —suena... diferente, como si fuera otra persona la que habla por ella.
Quiero alejarme de esta situación, porque lleva un letrero gigantesco que grita PROBLEMAS, juntar a Finn Davis y a Jenna Lexington en una misma ecuación, puede dar un resultado fatídico. Pero, aquí sigo, plantada en la puerta, sin ser capaz de entrar en clase y hacer como que no he visto nada. Finn le sujeta el brazo con violencia y consigo verle la cara a Jenna. Nuestras miradas se quedan enredadas largos segundos, hasta que finge estar bien frente a mí.
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Seduce Me
RomansaMujeriego, inalcanzable y comedido. ÉL es jugador profesional de fútbol americano en Los Ángeles, con dos únicas reglas que dictan su destino: proteger y guiar al equipo como capitán y no involucrarse sentimentalmente con nadie. Y nunca ha pensado e...