Ame estaba apoyando a su hermano en uno de sus partidos cuando vio entrar a la cancha al chico con el que una noche antes, había estado coqueteando, Osamu Miya.
Al verla, Osamu esbozó una sonrisa, indicando que la recordaba.
"¿No es ese...?" dijo Ame a su mejor amiga, quien soltó una carcajada de inmediato.
"Bueno, esto se pone cada vez más interesante", respondió su amiga.
Pasaron los siguientes minutos de juego en los que no sucedió nada interesante... hasta que aquel chico anotó. Sin previo aviso, Osamu se acercó a las gradas donde Ame estaba y dedicó el punto a Ame, guiñándole el ojo antes de volver con su equipo y celebrar que habían empatado el juego.
Aunque aquello había puesto una sonrisa en el rostro de Ame, pronto se eliminó al sentir una mirada sobre ella, que le gustara o no, conocía muy bien. Giró levemente la cabeza para encontrarse con los ojos de su hermano, al que era más que claro que aquello no le había gustado.
"Parece que a alguien no le pareció", murmuró su amiga.
"Y eso no es problema mío", respondió Ame, sonriéndole tiernamente a su hermano antes de regresar su atención al juego.
El partido finalmente llegó a su fin, con el equipo de Osamu emergiendo como ganador por un estrecho margen. La multitud comenzó a dispersarse, y Ame se encontró con su amiga cerca de la salida."Vaya, eso fue emocionante", comentó su amiga.
"Definitivamente", respondió Ame, observando la cancha vacía.
Justo en ese momento, sintió una presencia a su lado y volteó para encontrarse con Osamu, que se había acercado.
"¡Felicidades por el partido!", exclamó Ame, genuinamente impresionada por su desempeño.
"Gracias", dijo Osamu con una sonrisa. "Parece que mi dedicación funcionó".
Ame no pudo evitar sonreír. "Sí, definitivamente."