La primavera se acercaba y, como era costumbre en la preparatoria Karasuno, la temporada de regalar flores amarillas a tu chica especial estaba en pleno apogeo. Ame, la chica de segundo año que pertenecía al club de ciencias, era una apasionada de esta época del año, y su amigo Kageyama lo sabía.
"Kageyama, no puedo creer que nos hayas hecho venir contigo a comprar flores", se quejaba el peligris de tercer año.
"Además, ¿por qué todas son amarillas?" preguntaba Hinata, observando un ramo que contenía solo un color.
"Ame quiere flores amarillas", dijo Kageyama de manera seca.
Todo el equipo de voleibol se miró sorprendido. Kageyama era conocido por ser un ogro sin sentimientos, y nadie esperaba que tuviera un gesto de esa naturaleza.
"La primavera ha llegado, y se regalan flores amarillas", aclaró el pelinegro.
"Pero solo se regalan a tu novia", dijo Yamaguchi, un poco nervioso por la reacción de Kageyama.
"Ya lo sé, pero no importa. Se las regalaré de todos modos. Se las merece", dijo mientras pagaba las flores.
Los jóvenes se habían conocido gracias a que la profesora asignó a Ame como tutora de Kageyama hace dos meses, y su amistad era algo que se esperaba.
De vuelta a la preparatoria, las burlas hacia Kageyama no cesaron. Todos estaban seguros de que el pelinegro estaba enamorado de Ame, pero siendo sinceros, ni él sabía lo que sentía. Nunca antes había gustado de alguien, por lo que no sabía cómo debía sentirse ni qué hacer al respecto.
"Buena suerte", dijo el capitán al chico cuando llegó el momento de ir a entregar las flores a su destinataria.
Kageyama sabía dónde encontrarla: en el laboratorio de ciencias. Siempre estaba allí. Mientras caminaba por los pasillos, escuchó murmullos de aquellos que lo veían pasar. Podía que resultara extraño que alguien regalara flores en la preparatoria, pero eso no le importaba en absoluto.
Finalmente, llegó al laboratorio. La puerta estaba frente a él, y los nervios se hicieron más intensos. No sabía qué decir exactamente, pero ya no pensaría más en ello. Tocó la puerta y entró en silencio. Ame estaba recostada en una mesa, aparentemente profundamente dormida.
"Ame", dijo Kageyama en señal de que se despertara. La chica medio dormida gruñó en respuesta. "Necesito que estés despierta para que veas tu regalo", dijo el chico, quien se encontraba frente a ella sosteniendo el ramo.
Finalmente, Ame decidió despertarse. Con los ojos entreabiertos, miró al chico. Al ver el gran ramo de flores, sus ojos se abrieron como platos.
"Kageyama", susurró la chica, sin saber cómo reaccionar.
Kageyama dio un paso adelante y le extendió el ramo. "Son para ti. No quiero que esta primavera solo observes cómo los demás reciben flores", dijo el chico, notando un leve sonrojo en sus mejillas.
Ame sostuvo el ramo de flores amarillas con ternura mientras miraba a Kageyama, con sus ojos brillando de emoción. Se acercó a él y, sin pensarlo dos veces, le dio un cálido abrazo. El pelinegro se sorprendió por el gesto, pero luego rodeó con sus brazos a Ame, correspondiendo al abrazo con cariño.
"Gracias, Kageyama, esto es maravilloso", susurró Ame mientras apretaba el ramo contra su pecho.
Kageyama sonrió tímidamente, sin saber exactamente cómo expresar lo que sentía. Había tomado la decisión de hacer este gesto impulsivo, sin comprender completamente sus propios sentimientos, pero ver la felicidad en el rostro de Ame le hizo sentir que había hecho lo correcto.