Ame había decidido escabullirse de clases debido a un fuerte dolor de cabeza. Se sentó en los sillones del pasillo, pasando el tiempo mirando su celular, con la intención de regresar a clase cuando sonara el timbre.
Así transcurrió un tiempo, hasta que sus ojos se encontraron con los de Sakusa, quien parecía estar buscando algo o a alguien. Sus miradas se conectaron, y Ame notó la expresión confundida en el rostro del chico mientras se acercaba a ella.
"¿Qué haces aquí?" preguntó el chico, y Ame simplemente se encogió de hombros.
"Solo me siento mal", respondió, mirando hacia arriba ya que el pelinegro estaba parado frente a ella.
"¿Qué te duele?" preguntó él.
"La cabeza, pero ya se me pasará".
"O podríamos ir a la enfermería", sugirió Sakusa.
"Dejémoslo así, ya se me pasará", se negó. Después de unos segundos, Sakusa acercó su mano a la frente de Ame.
"Estás ardiendo", murmuró Sakusa. Su tacto relajó a Ame, ya que su mano estaba fría, y por instinto, cerró los ojos.
"Te daré una pastilla para el dolor", dijo Sakusa. Estaba a punto de apartar su mano, pero Ame la sostuvo a tiempo.
"Luego. Es que tienes tu mano fría", dijo Ame antes de cerrar los ojos de nuevo, notando la sonrisa en el rostro de Sakusa.
"Me voy a cansar", advirtió él.
"No seas llorón", bromeó Ame.
"Es que no estoy sentando", bufó Sakusa. Finalmente, después de un rato, Ame apartó su mano, soltando un suspiro.
"Está bien", dijo Ame mientras se ponía de pie y caminaba a su lado, notando de reojo cómo Sakusa entrelazaba sus manos.
"Tengo agua en mi botella en la sala, y también el remedio", avisó Sakusa.
"Pero me retarán si entro", dijo Ame.
"Les explicaremos", sonrió Sakusa.
"Ya, pero tendré que soltar tu mano, o pensarán otra cosa", se rió Ame, una risa que Sakusa imitó, asintiendo.