Los suspiros de cansancio del pelinegro sobresalían a su alrededor, estaba agotado. Los entrenamientos se habían intensificado por la cantidad de partidos que ya se aproximaban.
Tenía su toalla cubriendo su cabeza, solo había algo que lo animaba profundamente: al finalizar el entrenamiento, Ame lo iba a estar esperando para irse juntos.
"No me digas, ¿está en la biblioteca?", parecía que Yaku se burlaba de él.
"Así es, encontró un nuevo libro", la mirada del chico estaba cubierta por la toalla, "pero conociéndola, ya terminó de leerlo", una pequeña sonrisa apareció en el rostro del castaño.
"No puedo creer que estés de acuerdo en que pase más tiempo en la biblioteca que contigo".
Ese comentario hizo que el pelinegro se quitara la toalla del rostro. Tal vez ya estaba acostumbrado a ese comentario ya que frecuentaba en su círculo.
"Sí encuentras a una chica que lee, mantenla cerca", fue lo único que hizo para levantarse dejando al rubio confundido.
"¿Qué quieres decir con eso?", el chico detuvo a su amigo.
"Solo piénsalo", el chico se oía encantador y, ¿cómo no lo iba a hacer? La imagen de Ame en su mente era lo más hermoso para él, "He estado con ella mientras lee, y tal vez la pierda un par de horas, pero siempre regresa a mí. Ir a una cafetería y escucharla hablar sobre sus personajes favoritos como si fueran personas reales es uno de mis pasatiempos favoritos", tal vez el pelinegro estaba tan concentrado que no se dio cuenta de que la mayoría del equipo lo estaba oyendo, "Créeme que todos merecemos chicas que traigan ciertos colores a nuestra vida, colores que ella imagine".
Al finalizar volteó a ver a su amigo, quien no se encontraba solo, tenía a todo su equipo observándolo, como si de un bicho raro se tratara.
"Creo que tendré que ir más seguido a la biblioteca", bromeó Yamamoto, mientras el chico tomaba sus cosas para irse.
"Creo que ahora el amor le pegó fuerte", Yaku miraba la puerta donde recién el chico se había ido.
Apenas salió del gimnasio, pudo verla ahí. Llevaba su abrigo característico y parecía bastante entusiasmada.
"Hola, cariño", el pelinegro se encogió para poder besarla.
"Debemos ir por un café, tengo que contarte muchas cosas", dijo correspondiendo el beso.
"Me lo imagino", el chico hablaba mientras estaba siendo arrastrado a la cafetería más cercana por la chica.
Y así era a lo que él llamaba su parte favorita del día.