Ame caminaba por los solitarios pasillos de la preparatoria, esperando a que Kenma terminara su entrenamiento. Pasó junto al aula del conocido Kuroo Tetsuro cuando fue sorprendida por un tirón que la arrastró adentro.
Era Kuroo.
"Hola", exclamó el chico con una sonrisa encantadora, "has estado evitándome durante días, ¿qué pasa, pequeña Kozume?"
"Nada que te incumba", respondió Ame, tratando de liberarse del agarre del chico.
"¿Así que me estás evitando?", preguntó Kuroo en tono juguetón mientras Ame evitaba su mirada. "¿Me dirás por qué?"
"Kenma me lo pidió", finalmente admitió Ame.
El chico pareció sorprendido, pero no dejó que se notara demasiado. Se acercó más a Ame, sus narices casi tocándose.
"No siempre debes hacerle caso", susurró a centímetros de la chica. "Además, ahora él no está aquí", agregó con una pizca de picardía en la sonrisa.
"Da igual, se enfadará cuando se entere", insistió la joven de primer año.
Kuroo dio un paso más y sus labios rozaron los de Ame.
"No debería enterarse", murmuró antes de inclinarse para besarla.
Ame se alejó a tiempo, pero ambos se quedaron mirándose, como hipnotizados el uno por el otro. Cuando parecía que Kuroo iba a rendirse, Ame lo sujetó de la nuca y lo besó apasionadamente.
Fue un beso lento, con las lenguas de ambos bailando al compás. Las manos de Kuroo bajaron hasta la cintura de Ame, quien lo sostenía firmemente. Finalmente, se separaron por falta de aire.
Kuroo la miró sorprendido, parecía verla bajo una nueva luz.
Manteniendo cierta distancia, Ame parecía querer escapar, retrocediendo lentamente hacia la puerta entreabierta. Sin embargo, Kuroo cerró la puerta, impidiéndole salir.
"Esto no está bien y lo sabes", discutió Ame. "Kenma es tu mejor amigo".
"Eso deberías haberlo pensado tú", se defendió Kuroo mientras la miraba fijamente. "Al diablo", añadió antes de volver a besarla.
Este beso ya no fue lento; estaba lleno de deseo y urgencia. Kuroo levantó a Ame sobre uno de los pupitres del aula, los besos se volvieron más apasionados y las caricias más intensas. Se detuvieron cuando Ame se alejó para bajar los besos hasta el cuello de Kuroo, arrancándole suspiros y gemidos.
Las manos de Kuroo exploraban el cuerpo de Ame mientras ella marcaba su cuello con pequeñas mordidas. Sin embargo, fueron interrumpidos por voces en el pasillo.
"Ese idiota cree que puede simplemente salir del entrenamiento así."
"Deben de estar en el gimnasio; sigamos buscando."
Esas voces eran inconfundibles: Kenma y Yaku. Los dos amantes se miraron y se escondieron rápidamente, escuchando cómo ambos chicos seguían su camino.
Ame estaba nerviosa, mientras que Kuroo soltó una carcajada.
"No seas ingenuo", le reprochó ella. "Esto no volverá a suceder", dijo mientras arreglaba su uniforme.
"Eso no te lo crees ni tú", bromeó Kuroo, aún coqueto.
"Fue un error que no repetiremos", afirmó Ame, lista para salir del aula. "Adiós", añadió antes de marcharse