La pelinegra, se encontraba en el almacén del gimnasio, acorralada por el teñido que no estaba nada feliz. Su expresión molesta contrastaba con el esfuerzo por mantener una fachada de control. Sus manos se aferraban con fuerza a la cadera de Ame, y con cada paso que daba, la empujaba más cerca de la pared. Aunque la situación podía parecer preocupante para cualquiera, a Ame le encantaba ver al teñido celoso.
"¿Qué hacías con Osamu?" preguntó él con voz grave y seria, apretando aún más su agarre. "Me parece bien que se lleven bien, pero ya es demasiado," bufó. Ame apenas podía contener una sonrisa; le resultaba casi imposible tomarlo en serio cuando se veía tan increíblemente bien enojado.
"¿Ah, sí?" lo desafió ella con una sonrisa juguetona, notando cómo él se irritaba aún más.
"Sí, lo que hables con él, también lo puedes hacer conmigo," replicó, apartando sus manos de la cadera de ella para sostener su rostro con una de sus grandes manos. Ame disfrutaba cada segundo. "Quita esa cara, ¿acaso te gusta que te trate así?"
Ella simplemente sonrió con inocencia fingida, lo que provocó que él negara con la cabeza, frustrado. Sostuvo su rostro con más fuerza y con su otro brazo rodeó su cintura de manera brusca, juntando sus cuerpos con firmeza.
"La mayoría del tiempo pienso que estás mal de la cabeza," murmuró antes de besarla de manera salvaje. Ame se estremeció en su agarre, sintiendo la intensidad del momento. Unos segundos después, él se separó de ella, respirando con dificultad. "Después de esto, no quiero verte al lado de Osamu," la desafió.
"Eso ya lo veremos," respondió Ame, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y diversión.