Capítulo 20

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La central de autobuses de la Ciudad de México siempre estaba abarrotada y ese día no era la excepción, Margarita Romo y su hija Virginia caminaban entre la gente arrastrando las maletas y mascullando improperios, habían viajado más de catorce horas en autobús, estaban cansadas y de mal humor, y para colmo estaba lloviendo y no había taxis. Virginia se frotó los brazos porque tenía frío y como no lo había previsto, no traían abrigos a la mano.

—Solo a ti se te ocurre venir a buscar a esa estúpida hasta acá, mamá —le reclamó a su progenitora que la veía de mala manera.

—No teníamos otra opción, nos estamos quedando sin dinero.

—Sí, pero ¿ya se te olvidó que no podemos estar en la misma ciudad que ella? Podemos ir a dar a la cárcel.

—¿Y qué querías que hiciéramos? El estúpido de Fermín ya no quiso darnos más dinero y tú no pudiste lograr que te propusiera matrimonio.

—Es un viejo rabo verde, mamá —dijo con expresión de asco—. Además, está obsesionado con Nikté.

—Maldita, en mal momento escapó.

Virginia vio de reojo a su madre y se guardó para sí lo que pensaba, la verdad era que muy en el fondo se alegraba de que su prima hubiera huido, ya que ni ella se casaría con el anciano, era pervertido y le daba repelús solo tenerlo cerca. Pero su mamá estaba obsesionada también con volverse millonaria, a costa de lo que fuera.

En ese momento llegó un taxi y se alegró, ya que si seguían ahí, se congelaría. Ella no estaba acostumbrada a ese clima y lo único que quería era volver a su pueblo, a su tranquila vida, pero su madre tenía razón, ya casi no tenían dinero y si querían seguir viviendo bien debían conseguirlo o trabajar y ellas nunca habían trabajado.

Ahora que lo pensaba, había sido Nikté quien durante varios años había llevado el sustento a casa. Hasta que el viejo Fermín puso sus ojos en ella y a su madre se le ocurrió la brillante idea de casarla con él. El tipo era tan desagradable que no le extrañaba que su prima hubiera huido a la primera oportunidad, ella también había tenido el deseo de huir, de ser libre del yugo de su madre, pero no era tan valiente como Nikté, ni sabría en que trabajar, no sabía hacer nada.

—Inútil —murmuró mientras su madre le daba la dirección al taxista.

—¿Qué dijiste? —Margarita había alcanzado a escuchar a su hija.

—Que espero que este viaje no sea inútil —respondió con un suspiro.

Margarita también lo esperaba, tenía un plan para lograr que el esposo de su sobrina le diera una buena suma de dinero, trataría de venderle información acerca del pasado de Nikté, estaba segura de que pagarían lo que les pidiera con tal de que les dijera todo lo que sabía.

Esa era su última oportunidad para salir de la miseria. O eso pensaba ella, aunque el esposo de su sobrina era difícil de chantajear, estaba segura de que si le interesaría saber acerca de los orígenes de su esposa y esperaba conseguir una buena cantidad de dinero a costa de eso.


Esteban llegó a la casa de su hermano a buena hora de la noche, llevaba la cena y un enorme emparedado justo como lo había pedido Nikté, ella le agradeció el detalle y puso la mesa en la cocina mientras Aarón buscaba una botella de vino para él y su papá y leche para ella, charlaron acerca de la visita a Toluca y de lo que les había dicho la ginecóloga acerca del bebé.

—Me alegra que todo esté bien con mi nieto.

—Sí, el embarazo va bien y el bebé está creciendo, al menos ya no me da nauseas el café —dijo Nikté con un gesto.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora