Capítulo 39

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—¡Irina!

Aarón subió las escaleras de dos en dos con el corazón latiendo a toda velocidad, dos oficiales iban detrás de él y no pudieron evitar que entrara a la habitación, dentro estaba Alejandro detrás de Irina, la sostenía del cuello y le apuntaba con una pistola.

Alejandro sabía que estaba perdido y que no saldría bien librado de esa, pero lo intentaría y si tenía que llevarse por delante a alguien de la familia Navarro, lo haría, al menos Aarón sabría que con él no se jugaba. Lo miró con odio cuando lo vio aparecer, pensando que por su culpa su vida estaba arruinada.

—¡Suéltala! —exclamó Aarón al verlo amenazar a Irina.

—¡No te acerques o tu hermanita muere! —exclamó Alejandro, se estaba empezando a desesperar al ver la salida bloqueada por un par de oficiales—. ¡Déjame salir de aquí y nadie resultará herido!

—Tendrás que matarme a mí primero —dijo Aarón con una calma que estaba lejos de sentir.

—Ganas no me faltan, Navarro, arruinaste mi vida.

—La arruinaste tú solo.

—Sí te hubieras casado con mi hermana yo no estaría en esta situación.

—No, habrías terminado igual, yo no estaba dispuesto a mantener a un parásito, eso es lo que tú eres.

—¡No es cierto! ¡Nadie sabe lo que soy capaz de hacer!

—Lo estamos viendo ahora.

La calma con la que Aaron hablaba descolocó un poco a Alejandro e Irina aprovechó ese momento para arrebatarle la pistola, zafarse y correr hacia su hermano que, al ver que estaba libre se fue sobre él y lo tiró al suelo de un puñetazo antes de levantarlo y agarrarlo del cuello, por fortuna los oficiales intervinieron y los separaron.

—Alejandro Castillo —el oficial miró al hombre que se retorcía tratando de zafarse de Aarón—, al fin caíste.

—¡Yo no hice nada! ¡Esto es una equivocación!

—Podrás decir eso y todo lo que quieras en el ministerio público, pero te aseguro que de esta no te vas a librar, ya hay muchas acusaciones en tu contra —cuando Alejandro al fin quedó libre de Aarón, el oficial le puso las esposas.

—¿De qué habla, oficial? —preguntó Aarón al escuchar eso.

—No es la primera vez que este... caballero se mete en problemas, hay múltiples denuncias de acoso, intento de abuso, secuestro y chantajes en contra de él, tiene un largo historial, pero por alguna razón siempre sale librado.

—Vaya, entonces nos aseguraremos de ir a poner una denuncia.

—Por favor, entre más denuncias haya en su contra, más difícil le será librarse esta vez de ir a prisión.

—Aarón, no puedes... yo... solo quería algo de dinero, no hice nada... ¡Fue Mara quien me dio la idea de secuestrar a Irina! ¡La dejaría libre cuando ustedes pagaran por el rescate! ¡También fue ella la que planeó lo de la esposa de tu primo junto con mi hermana! —soltó Alejandro, ya no le importaba nada, no iría solo a prisión—. ¡Me dijo donde sería la fiesta y me dio la invitación!

Después de escuchar lo que decía Alejandro, Aarón supo que lo que había sospechado tiempo atrás era verdad, su madre era la autora intelectual de lo que le había pasado a Nikté, tenía las manos en los bolsillo y la mirada en el piso, le daba vergüenza enterarse de lo que era capaz de hacer su madre con tal de quedarse con una herencia que no era suya.


Cuando los oficiales bajaron con Alejandro, Esteban les dijo dónde estaba Mara, pero Aarón les pidió hablar antes con ella, así que con un suspiro fue hacia la biblioteca seguido también de Esteban e Irina que se quedaron afuera con dos oficiales más, esperando. Ella estaba cerca de la chimenea, llorando porque sabía que estaba perdida, estaba segura de que Alejandro la delataría con tal de salvar el pellejo.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora