Capítulo 13

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Nikté despertó una hora antes del amanecer, estaba abrazada a Aarón y enredada en las sábanas, se movió un poco, ya que, aun estando dormido, la abrazaba con firmeza. Levantó la vista para observarlo a gusto, siempre le había parecido un hombre muy atractivo, demasiado para su paz mental. Desde el primer día, cuando él había posado en ella sus ojos de color verde avellana estuvo perdida.

Se enamoró sin remedio, para siempre, sufría cuando veía a las mujeres pulular a su alrededor, pero era normal, con uno noventa de altura y sus rasgos tan atractivos y masculinos resultaba muy seductor, el cabello negro, un poco largo le daba un plus extra, y la boca, esa boca que sabia usar muy bien para seducir...

Se estremeció al recordar aquella primera noche, cuando la había seducido sin piedad. Aún recordaba la sensación de su boca invadiendo su intimidad y la intensidad de su mirada cuando le pidió en un susurro que fuera con él. Cerró los ojos y suspiró, no se arrepentía de haberlo hecho, pero se preguntaba, ¿a dónde los llevaría todo eso?

—¿En qué piensas, corazón?

Su voz le provocó un escalofrío, no se había dado cuenta de que él estaba despierto por estar viendo sus labios. Cerró los ojos sintiendo que las mejillas le ardían, por suerte estaba oscuro y él no podía verlo o eso esperaba, ya se había dado cuenta de que era demasiado listo y sabía que no lo dejaría pasar, aunque no perdía nada con intentarlo.

—En nada.

—¿Estás segura? Tenías una mirada muy extraña.

—Es que me desperté y no me puedo dormir de nuevo.

—¿Aún tienes miedo? —él se movió un poco para encender la lámpara de la mesilla de noche.

—No, es que...

—¿Qué? Dime, tal vez pueda ayudarte.

—Es que nunca había dormido con nadie, es extraño que estés aquí, conmigo.

—Ya hemos dormido juntos, corazón, desde la primera noche, solo que desperté antes que tú y me fui, después, ya sabes lo que pasó y hace unos días, cuando iba a viajar, también estuve contigo hasta el amanecer.

—¿Te quedaste después de...? —le preguntó sin poder creerlo.

—¿Por qué te sorprende? Recuerda que te dije que no me habría importado que se dieran cuenta de lo que pasó esa noche.

—Yo... no puedo creer...

—Cree esto, mi amor —la acomodó para poder quedar sobre ella—, cuando podamos volver a la ciudad, porque lo haremos, juntos, tú y yo, voy a gritar a los cuatro vientos que eres mi mujer y que soy el padre de ese bebe.

Ella no pudo rebatir porque después de decir la última palabra la besó con ansias, como si hubiera estado sin hacerlo durante muchos días.

—No soy tu mujer... —le dijo cuando se separó un poco.

—Sí, lo eres. No voy a renunciar a ustedes, Nikté —murmuró sobre sus labios—, me importa un bledo lo que diga la gente. Ya te lo dije, eres mía y yo soy tuyo, para siempre.

La desnudó sin dejar de besarla y fue recorriendo con sus labios la piel que iba quedando al descubierto, observó con orgullo los cambios que ya se estaban empezando a notar en su cuerpo. El vientre estaba un poco redondeado y la cintura empezaba a ensancharse, pasó su enorme mano por el vientre, los pechos también le estaban empezando a crecer y los pezones estaban más oscuros, parecían un par de pequeños caramelos de chocolate.

—Cada día que pasa estás más bella —le dijo mirándola a los ojos—, mi hijo crece dentro de ti y me alegra ser testigo de eso, de los cambios que se están dando en tu cuerpo.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora