Capítulo 14

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Los días pasaron rápido y llegó el momento en que Esteban tenía que volver a la ciudad, estuvo hablando con Aarón y, el día que se iba, por la mañana, le dijo que estaba pensando divorciarse de Mara y lo hizo en un momento que estuvieron a solas.

—Hijo, ¿podemos hablar?

—Claro, vamos a caminar.

Se alejaron un poco de la cabaña por la vereda que llevaba a un mirador a unos cien metros de distancia y hasta que estuvieron a una distancia considerable, Aarón preguntó qué pasaba.

—¿Hay algún problema, papá?

—Desde hace algunas semanas he estado pensando y... al fin me decidí.

—¿A qué?

—Le voy a pedir el divorcio a Mara. Lo siento, hijo, pero ya no puedo seguir así.

—La verdad es que no me sorprende, papá —murmuró Aarón después de un momento—. Ya te habías tardado.

—¿Qué piensas?

—Es lamentable, pero no puedo entrometerme si ya tomaste esa decisión, en el último mes me he dado cuenta de muchas cosas a las que antes había estado ciego y creo que dadas las circunstancias, es lo mejor.

—¿Crees que a tu hermana le afecte?

—Lo dudo, mamá nunca le mostró ni una pizca de cariño, es como... si no sintiera amor por ella.

—Tienes razón. ¿Me acompañas a buscarla? Quiero hablar con ella también.

—Vamos, debe estar en la cocina con Nikté y Mirna.

—Esa muchacha me gusta mucho para nuera —murmuró Esteban—. Espero que no vuelvas a meter la pata, jovencito.

—No pienso hacerlo, papá, amo a esa mujer como no tienes idea. Es todo lo que siempre quise, aunque haya tardado en darme cuenta.


Esteban palmeó la espalda de su hijo y volvieron a la cabaña, como había pensado Aarón, su hermana estaba en la cocina, pero solo ella estaba ayudando a Mirna con el desayuno porque Nikté había huido al baño por las náuseas que le habían provocado el aroma del café.

—¿No se ha tomado el té? —preguntó Aarón, preocupado.

—Apenas lo iba a hacer —Irina le mostró la tetera en el fuego—, pero el café estuvo listo antes.

—Voy a verla.

Fue a la habitación y la encontró en el baño, vomitando, al verla, tomó una toalla pequeña y la mojó para ponérsela en la frente.

—Vete —murmuró ella con debilidad.

—No —le apartó el cabello del rostro y cuando vació lo poco que tenía en el estómago, la ayudó a levantarse para que se lavara la boca, después la tomó en sus brazos para llevarla a la cama.

—No puedo quedarme acostada —protestó cuando él la cubrió con las sábanas—, hay cosas que hacer.

—Quédate quieta, el mundo no se va a derrumbar porque no hagas nada un día.

—Pero... —Aarón le puso un dedo en los labios y le dio un beso en la frente antes de salir de la habitación.

Unos minutos después, volvió con el té y esperó a que se lo tomara, le preocupaba verla tan pálida, pero también en el tiempo que llevaban conviviendo no la había visto vomitar, mareada y con náuseas sí, pero no así de mal.

—¿Ya te sientes mejor? —le preguntó cuando ella le dio la taza vacía.

—Un poco, pero tengo que esperar unos minutos para poder comer algo.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora