Capítulo 32

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Irina iba saliendo de su habitación para ir a la universidad y en el pasillo se encontró con Esteban que bajaba a desayunar.

—Papá, buenos días. ¿Ya te vas?

—Buenos días, mi niña, voy a desayunar, ¿necesitas algo?

—¿Me puedes llevar a la oficina de Fred?

—Claro, hija, pero ¿y el chofer?

—De eso quiero hablar contigo también, el pobre hombre quedó en medio de una guerra imaginaria que solo está en la cabeza de mamá. Le dijo que tiene prohibido llevarme a cualquier lado y que si lo hace, lo va a despedir. Y la verdad es que no quiero causarle problemas, pero creo que deberías hablar con ella.

—Ya veo —ambos se sentaron mientras Emilia les servía—. Pero no te preocupes, me encargaré de eso hoy mismo.

—Gracias, papá.

Más tarde, cuando salía de la casa con Esteban su teléfono sonó y aprovechando que su padre se detuvo a hablar con Hugo, el chofer, ella respondió.

—Hola, hermanito, ¿ya me extrañas?

—Hola, payasa, un poco, pero no te emociones, te llamo porque quiero pedirte un favor.

—Mi gozo en un pozo, ¿qué quieres?

—¿Podrías ayudar a Renata Alborán a organizar la fiesta para Nikté?

—Renata Alborán. ¿No es ella la ginecóloga de Nikté? ¿La del accidente con Luciana?

—Sí, y también es su prima, es sobrina de Manuel Balam.

—Vaya, eso no me lo habías dicho. Esto se pone interesante.

—Lo olvidé. Entonces, ¿me ayudas con eso?

—Por supuesto, pásame su número de teléfono, tengo una cita con Fred y después algo que hacer en la universidad, pero cuando salga de eso, le llamo.

—Gracias, te debo una.

—Me debes varias, Navarro, ya veré la manera de cobrármelo.

—Usurera.

—Adiós, hermanito.

—¿Pasó algo? —le preguntó Esteban que se acercaba en ese momento—. Te escuché hablando con Aarón.

—No, papá, es que me llamó para que ayude a una sobrina de Manuel Balam a organizar una fiesta para Nikté.

—¿Al fin se decidieron dónde va a ser?

—Creo que sí, ya le preguntaré más tarde a... Renata. ¿Sabías que es la ginecóloga de Nikté? ¿La que tuvo el accidente con Luciana?

—¿En serio? —Irina asintió con una sonrisa malvada—. Interesante.

—Eso mismo dije.

—Pórtate bien, niña, te conozco. Por cierto, pasa por la oficina antes de reunirte con esa muchacha, te voy a dar un cheque para los gastos.

Irina sonrió más y Esteban solo movió la cabeza, esperaba que su hija no hiciera alguna de sus maldades, pero la conocía demasiado bien como para esperar eso, así que se resignó a ver más tarde o en los próximos días algún post ridículo en su blog.


Renata estaba en su casa, sucumbiendo al aburrimiento ya que aún no podía hacer mucho, todavía le dolían partes del cuerpo que ni siquiera sabía que tenía, seguía maldiciendo a Luciana y el momento en que se había atravesado en su camino, ¿o había sido al revés? No estaba segura, suspiró mascullando improperios y así la encontró su madre cuando entró a la habitación a decirle que su tío había ido a visitarlas porque quería pedirle un favor.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora