Capítulo 25

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Nikté se revolvió en la cama, abrió los ojos sintiendo como alguien se movía a su lado y sonrió cuando vio a Aarón ahí, no se lo creía, así que le pasó la mano por la mejilla también y habló muy bajito todavía adormilada.

—¿Aarón? —preguntó dudosa, había estado soñando con él.

—Hola, mi amor —susurró él en sus labios antes de darle un beso—, volví.

En ese momento ella se despertó por completo y al darse cuenta de que en verdad estaba ahí, lo abrazó con fuerza.

¿Vas a volver a irte? —le preguntó mientras se aferraba a su cuello.

—Tal vez, corazón, pero trataré de no ausentarme tanto tiempo —le dijo mientras le besaba las mejillas—. ¿Me extrañaste?

—No, solo quiero saber...

Aarón sonrió sin creerle y la besó de nuevo, no le diría que había escuchado lo que decía mientras dormía, sería su secreto, esperaría a que ella se lo dijera. Le acarició el cuerpo con suavidad hasta que llegó a su vientre y dejó su mano ahí.

—¿Cómo te has sentido? —le preguntó separándose un poco de ella.

—Bien, sin las náuseas todo es más fácil.

—Lamento que hayas tenido que pasar por eso, pero no que estés embarazada.

—¿De verdad te alegra que vaya a tener un hijo tuyo, Aarón? —hizo la pregunta y lo miró con aprehensión.

—Sí, te lo he dicho muchas veces, desde el momento que supe que estabas embarazada empecé a amar a mi hijo con toda mi alma, a ti ya te amaba.

Nikté no respondió y se abrazó de nuevo a él con fuerza, Aarón iba a decir algo, pero el bostezo de ella lo interrumpió y decidió dejarla dormir.

—Descansa —le dio un beso antes de levantarse de la cama—, cuando despiertes de nuevo, voy a estar aquí.

—¿A dónde vas?

—A darme un baño. Estoy resintiendo el cambio de temperatura, hace mucho calor.

Ella lo observó mientras se quitaba la camisa y vio como se le marcaban los músculos de los brazos y la espalda, se estremeció al observar su perfil, cuando él volteó y le guiñó un ojo ella lo maldijo en silencio y acalorada porque sintió como su intimidad se humedecía, de repente ya no tenía sueño.

Él entró al baño y en ese momento a ella se le ocurrió algo, así que después de pensarlo por un par de minutos se decidió, se levantó antes de arrepentirse de lo que estaba por hacer y se quitó el camisón para seguirlo. Él estaba bajo el chorro del agua cuando entró a la ducha, se acercó y se pegó a su espalda para abrazarlo, él le sujetó una de las manos y se la llevó a la boca para besarla.

—¿También tienes calor, corazón?

—Un poco, sí, pero... —se cohibió un poco cuando él se dio la vuelta y la abrazó por la cintura.

—Pero no esa clase de calor.

—Te gusta hacerme sufrir, ¿verdad?

—Te juro que no, mi amor, eso no fue intencional.

—No te creo.

—Lo sé, es que me estabas mirando como si quisieras comerme y créeme que yo también tengo hambre de ti. Te deseó, mi amor —le decía todas esas cosas mientras le acariciaba el cuerpo—, quiero saborear tus pechos, tu miel, hundirme en ti y escuchar tus gemidos, que digas mi nombre mientras te hago mía.

—Aarón... no digas... eso.

—¿Por qué no? Eres mi mujer y me gusta hacerte todo eso que te dije, Nikté, quiero que te sientas a gusto mientras hacemos el amor, así que será mejor que me digas si hago algo que no te guste, no quiero hacer algo que te desagrade o te haga sentir incómoda.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora