Capítulo 37

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Aarón y Nikté pasaron varias horas platicando con Manuel, Amaru y también Renata y Tina, ya que ella quería saber más cosas de su familia y también tenía curiosidad por la mujer del cuadro, Citlali había estado feliz de decirle lo poco que sabían y como lo había encontrado, pero al final se había quedado dormida recostada sobre el brazo de su padre y Nikté estaba por sucumbir también al sueño en su otro hombro. Amaru estaba feliz de ver al fin a sus dos hijas juntas.

—Estoy viviendo un sueño —murmuró con la voz entrecortada.

—Un hermoso sueño — estuvo de acuerdo Tina—, me alegro mucho por ustedes, pero creo que es momento de que yo me vaya a dormir, los años ya me pesan.

Renata dijo que ella también estaba cansada y ambas dieron las buenas noches antes de retirarse.

—Tú también debes ir a descansar, mi cielo —Aarón le dio la mano a Nikté para ayudarla a ponerse de pie—. Te ves agotada.

En ese momento Manuel vio la sortija que tenía en la mano y arqueó la ceja con una sonrisa ya que recordó lo que Aarón le había dicho unos días antes.

—¿Tienen algo que decirnos? —preguntó mirándolos.

—Sí —murmuró Aarón—, esta vez no me mandaron al demonio.

—Tonto —le reprochó ella dándole un golpe en el hombro.

—¿De qué hablan? —Amaru también los miraba con confusión.

—Nikté al fin aceptó casarse conmigo —respondió Aarón con una enorme sonrisa.

—¿Se van a... casar?

—Sí... mamá, yo...

—Hija, qué alegría, no solo te recuperé, también voy a ser abuela y suegra, todo junto.

—A mí me alegra que vayan a estar en los momentos más importantes de mi vida.

—De ahora en adelante siempre será así, te lo prometemos, hija —le dijo Manuel.

—¿Alguien dijo boda? —preguntó Citlali frotándose los ojos—. ¿Puedo ser la dama de honor?

—Ve a dormir —le dijo Nikté a su hermana, riendo—, estás más dormida que despierta, mañana lo hablamos.

—Hasta mañana —Citlali se acercó a su hermana para abrazarla—, no sabes cómo me alegra que al fin estés con nosotros, hermanita.

—A mí también me alegra.

—Bueno, ya, a dormir, niñas.

Amaru llevó a sus hijas a sus habitaciones, y al llegar a la de Nikté, ella se sorprendió por lo que le dijo.

—Esta habitación es tuya, mi amor, hay ropa que creo que es de tu talla, espero que encuentres todo lo que necesitas, si no, no dudes en decírmelo.

—Pero ¿cómo...?

—Siempre te ha estado esperando. Descansa, mañana seguiremos platicando.

Nikté se quedó observando la lujosa habitación cuando su madre salió, Aarón entró y la abrazó.

—¿Qué pasa, mi vida?

—Nada, es que... quiero ver todo, pero estoy muy cansada.

—Vamos a dormir, mañana podrás hacer todo lo que quieras.


Al día siguiente se despertaron un poco tarde, al menos Nikté, Aarón se levantó como siempre a primera hora y estuvo hablando con Manuel hasta que Amaru se les unió para hacerle preguntas acerca de su hija, quería saber todo.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora