Capítulo 29

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Cuando su madre salió de la habitación, Irina estuvo a nada de llamar a Aarón para que fuera por ella, pero lo pensó mejor y decidió quedarse, esa era la casa de su padre y por lo tanto su casa también y Mara no la iba a sacar de ahí, así que terminó de sacar sus cosas de la maleta y le llamó a su padre para decirle que ya estaba en casa.

—Hola, papá —saludó cuando escuchó la voz.

—Hola, mi niña. ¿Cómo estás?

—Bien, ya estoy en casa, viajé con Aarón.

—No me lo dijo, hablé con él hace un par de horas.

—Debió olvidarlo, trae muchas cosas en la cabeza.

—Es verdad, voy a ir a verlo más tarde para ver cómo le fue con la reunión que tenía con Manuel Balam. ¿Quieres ir conmigo? Después podemos ir a cenar.

—Sí, por favor, mamá está insoportable.

—Ya la viste —murmuró Esteban, más que una pregunta era una afirmación.

—Sí, tuvimos un... encuentro nada agradable y por un momento estuve pensando seriamente en irme de aquí.

—Entiendo, llego pronto por ti y hablamos, pero hija, estás en tu casa, no tienes por qué irte , pero si así lo decides más adelante, te apoyaré.

—Gracias, papá, te espero.

Irina se arregló un poco y bajó para esperar a su padre en la biblioteca, sabía que Mara nunca entraba ahí, así que no corría peligro de volver a encontrarse con ella porque no tenía ganas de empezar otra discusión, estaba cansada y lo que quería era acostarse y dormir, pero también quería saber que había averiguado Aarón.

Esperaba que las cosas fueran bien para Nikté, se merecía encontrar a su familia, y su hermano merecía ser feliz después de sufrir por las exigencias sin sentido de su madre, por fortuna ella se había librado de eso. El ruido de un auto acercándose la sacó de su pensamientos y fue a la puerta para ver si era su padre.

Esteban entró llamando a Irina y ella salió en ese momento de la biblioteca, fue a abrazarlo feliz de verlo y después de saludarse se fueron sin darse cuenta de que Mara los observaba en lo alto de la escalera con profundo resentimiento. Vio que la empleada que en ese momento salía de la habitación con algunas prendas de ropa y fue cuando se preguntó dónde había estado su hija. Sabiendo que no volvería hasta horas más tarde, decidió ir a investigar.

Pero pasados unos minutos se rindió, no había nada, ni en los bolsos, ni en el bote de la basura, en ningún lado, buscó boletos de avión o algo que le diera una pista, pero parecía que Irina nunca había salido de ciudad de México. Pensó revisar su laptop, pero estaba protegida y no pudo desbloquearla.

—Estúpida —masculló dejando las cosas en su lugar—. ¿Dónde estuvo todo este tiempo esta niña?

Tal vez algún día lo descubriría, pero quería que fuera lo más pronto posible porque entonces sabría dónde estaba Aarón. Molesta, fue a su habitación y se encerró después de decirle a la empleada que pasaba por ahí que no iba a cenar. No tenía ánimos de nada.

—Pronto tendré que irme de aquí tal como llegué, solo con la herencia que me dejó mi padre.

Sabiendo que no podía hacer nada más, se preparó para dormir, aunque aún no era tan tarde, pero estaba sola, desde hacía poco más de dos meses, cuando Aaron e Irina se habían ido. Aunque nunca había convivido con sus hijos, se daba cuenta de que su presencia en la casa se sentía y nunca le tomó importancia hasta que sintió la ausencia.

Recordó lo que le había dicho Irina antes y muy a su pesar reconoció que su hija tenía algo de razón, la había ignorado durante casi toda su vida en favor de Aarón solo para quedar bien con su abuelo ya que era su favorito.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora