Capítulo 21

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—Es ella... —murmuró Renata y luchó por respirar, pero la sensación de ahogo persistió y se desvaneció ante la mirada atónita de los demás.

Cuando Manuel escuchó hablar a su sobrina y la vio palidecer corrió a tomarla en sus brazos antes de que se desmayara, Amaru, Citlali y Tina reaccionaron unos segundos después sin tener idea de que estaba pasando.

—¡Renata, hija! —Tina se acercó al sofá donde su hermano la había dejado mientras Citlali iba a buscar alcohol.

Tina miró a su hermano con visible confusión, pero él no sabía qué decir, cuando Citlali volvió con el botiquín y sacó la botella de alcohol para ponerlo directamente debajo de la nariz de su prima Amaru la reprendió porque Renata recobró la conciencia tosiendo.

—¡Por todos los cielos! ¿Quieres ahogarme? —reclamó luchando contra el mareo que aún sentía, la tos por el fuerte aroma y la sorpresa de la cual aún no se recuperaba.

—Lo siento —se disculpó Citlali dejando la botella a un lado—. ¿Estás bien?

—Lo estaré cuando dejes de practicar tus dotes de enfermera conmigo.

Citlali sonrió sin arrepentirse y murmuró que era una ingrata antes de llevarse el botiquín, Amaru dijo que iría por una copa de vino y cuando se quedaron solos, Tina enfrentó a su hija.

—Habla, Renata, ¿tu desmayo tiene que ver con tu paciente de hoy por la mañana?

—Sí —Manuel la miró expectante, esperanzado—, la mujer de retrato y Nikté son como dos gotas de agua. Por favor, tío, no le digas nada a mi tía, debemos estar seguros...

—¿Y qué sugieres que haga? No puedo quedarme así.

—Lo sé. Creo que tendrás que hablar con Aarón Navarro lo antes posible.

—Tienes razón, iré a buscarlo a su oficina mañana.

—¡Dios! —Renata volvió a mirar el cuadro—. El parecido es increíble.

Volvió a sentir la sensación de mareo, pero ya no tan fuerte como la primera vez, con un poco de temor se levantó y se acercó hasta el cuadro, en ese momento puso atención a los detalles que había ignorado por la sorpresa. El hombre que estaba al lado de la hermosa mujer era muy atractivo, tenía los ojos dorados y una mirada muy intensa, también le dio la sensación de estar viendo muy dentro de ella.

También estaba la enorme pantera que, sentada junto a la mujer, parecía alerta, como si estuviera viendo una amenaza en la lejanía, ella tomaba una de las manos del hombre y con la otra abrazaba por el cuello al animal.

—Debió ser muy valiente o tenerle mucha confianza a ese felino para estar tan cerca de él.

—Tal vez estaba domesticado —murmuró Manuel.

—No lo creo tío, tiene una mirada muy salvaje. ¿Dónde encontró Citlali el cuadro?

—En el sótano, esta casa tiene más de cien años y ha pasado por un par de remodelaciones, hay muchas cosas antiguas que se guardaron y se quedaron en el olvido.

—¿Me das permiso de hurgar un poco? Tal vez yo también encuentre algo interesante.

—Claro, hija, esas cosas también son tuyas.

Amaru volvió en ese momento con la copa de vino y Renata la tomó sin dejar de ver el retrato, había algo en el que la llamaba, el contraste de la luz que iluminaba a la pareja con la oscuridad que parecía envolver a la pantera y al resto del entorno era sorprendente. Con un poco de miedo pasó sus dedos por el marco y se topó con una inscripción, las letras grabadas en la madera eran muy pequeñas, pero pudo leer lo que decían, Diego y Jade.

Nikté entre el amor y el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora