Manuel estaba en la biblioteca de su casa pensando en Nikté y su parecido con la mujer del retrato, si tan solo pudiera hablar con ella, pero sabía que Aarón no lo permitiría, no en ese momento y lo entendía, no estaban seguros si ella era su hija, suspiró y se pasó las manos por la cara, también estaba su esposa y su hija, en algún momento tendría que decirles lo que estaba pasando.
Se levantó de su silla y fue a la ventana deseando tener alguna solución mágica para resolver todo lo más rápido posible, pero enseguida negó con la cabeza y sonrió con ironía, la magia no arreglaría sus problemas.
Aarón iba de camino a la casa de Manuel pensando en lo que había hablado con su madre y reprochándose internamente haber estado ciego tantos años en cuanto a ella, sabía que era fría, pero no podía creer que fuera capaz de llegar a tanto solo para quedarse con una herencia que no le correspondía. Y Luciana, esa era otra, ambiciosa igual que Mara Enriques, eran tal para cual.
—Maldita sea —murmuró mientras esperaba en un semáforo.
Lo que más le dolía era que por culpa de ellas había lastimado a Nikté. Frunció el ceño al recordar que tenía una deuda pendiente con ella y con Miguel Ángel. Alejandro Castillo iba a pagar por lo que había intentado hacer. Muy pronto iba a poner en marcha su venganza.
Poco después llegaba a la casa de Manuel, era una construcción antigua, de estilo colonial, cuando tocó el timbre se sorprendió al ver que era el propio Manuel quien abría la puerta.
—Aarón, buenas noches —saludó al verlo—, pasa, por favor.
—Gracias.
—Te estarás preguntando por qué abro yo la puerta —le dijo al ver su expresión.
—¿La verdad? Sí. Es extraño.
—Lo sé, es que es el día libre de las empleadas y mi esposa y mi hija están ocupadas.
—Entiendo.
—Además, ellas aún no saben nada de lo que está pasando, no quiero decirles nada hasta estar seguro.
—Creo que es lo mejor, dadas las circunstancias.
—Sí. ¿Te ofrezco algo de tomar, un café, una copa?
—No, gracias.
—Está bien, entonces acompáñame, por favor.
Al entrar a la biblioteca, Manuel fue directo al caballete donde tenía el cuadro, aún estaba cubierto con la manta y lo descubrió cuando Aarón se detuvo a su lado. Un momento después, sus antepasados estaban frente a ellos, en todo su esplendor.
Aarón estaba tan sorprendido que no dijo nada durante más de un minuto, parecía que estaba viendo a Nikté en otra época, su parecido con la mujer del retrato era impresionante, aunque eso no aseguraba que ella fuera la hija de Manuel Balam, si hacía sospechar.
—¿Qué piensas? —preguntó Manuel cuando el silencio fue demasiado.
—El parecido es increíble, pero...
—Pero crees que se necesitan más pruebas.
—Sí, lo siento.
—No te disculpes, lo entiendo, he estado pensado y la única manera de estar seguros es una prueba de ADN, también se podría comparar la huella digital del acta de registro de nacimiento de mi hija con las de ella.
—¿El acta de...? ¿Tú la tienes?
—Sí. ¿Por qué?
—Nikté me platicó hace apenas un par de días que durante varios años pensó que esa mujer, Margarita Romo, era su madre, pero que un día, durante un arranque de furia le dijo que no lo era, le dijo que era su tía. Dice que en el acta de registro que ella tiene no aparece el nombre del padre y el nombre de la madre es el de esa mujer, por eso pienso que todo esto es muy turbio, no entiendo cómo pudo conseguir un acta de registro así de fácil.
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Nikté entre el amor y el odio
RomanceCuando el corazón traiciona y estás entre el amor y el odio Ellos llevaban la culpa de un amor prohibido, Aarón y Nikté habían caido al infierno y se habian quemado en las llamas de la pasion y el deseo. Historia original. Prohibida la copia total o...