Mi primera clase se dictaba en el segundo piso, encantamientos. Empaqué en mi mochila un cuaderno, los libros de encantamientos e historia, mi estilográfica y un tintero con tinta «calamar», de color purpura oscuro, casi negro. Elena hizo su propia maleta con un sencillo bolso de mano beige. Para cuando yo desperté, ella ya usaba un vestido largo y floreado, muy alegre, con sandalias marrones y su extenso cabello alejado de su rostro con una sencilla trenza que solo tomaba los mechones que le tapaban el rostro; Elena finalizó su maquillaje ligero, compuesto por un rubor rosa pálido y un brillo de labios, en lo que yo me vestí.
(Ok, me informé de la cultura rusa. En base a testimonios de mujeres rusas que hablan español, en Rusia existe un problema social porque hay demasiadas mujeres, lo que genera actitudes machistas por parte de los hombres, ya que ellas se fuerzan a verse mejor que las otras para poder destacar y conseguir un matrimonio. Algo muy parecido le sucede a Elena (una mujer en medio de muchas con solo un hombre y un futuro disponible), por lo que este factor se nombrará más adelante, no obstante, no mencionando a Rusia, porque yo no puedo hablar de lo que no conozco personalmente.)
El camino al comedor fue incómodo; inicialmente mis compañeros del colegio, que no eran precisamente fans míos, no me hablaron o saludaron, pero respondieron a mis educados «buenos días» de manera rígida, observando directamente a Elena, negando con sus cabezas y luciendo consternados. No obstante, Elena mantuvo su frente muy en alto y un rostro sin emociones. Mi esclava me sugirió en la habitación que lo mejor era que ella no hablase, pero su método me pareció supremamente arcaico, por lo que le ordené que respondiese a los saludos básicos y conversaciones cortas.
Con ese rencor dirigido como dardo envenenado a mí, esperé que nadie me hablase sin previa incitación, pero no, una persona fue el loco por fuera de la regla: un niñito con una cámara que apuntaba a todas partes, incluyendo a mi rostro.
—¿Qué estás haciendo? —le gruñí cuando él, Gryffindor, empezó a tomarme fotos.
—Oh, hola, lo siento, ¿eres Harry Riddle?
—Sí —espeté. El chico me sonrió; lucía como un bebecito inocente.
—Soy Colin Creevey. Le estoy tomando fotos a la escuela para mandarle a mi papá, él es un muggle —y tú un mocoso parlanchín —. ¿Es cierto que tu papá es el político medio dictador que quiere hacerse con el país?
—Dictador completo, y sí.
En lugar de aterrarse, Colin sonrió ampliamente.
—Vaya, Hogwarts tiene que ser excelente. Esto es como si yo, el hijo de un lechero, estudiase junto a los nietos de la reina y los hijos del primer ministro.
—Supongo —me encogí de hombros, no muy seguro de a quienes se refería —. Pero no me tomes fotos, es grosero, niño muggle.
—Oh, disculpa.
Pero quedó algo perdido con la forma en que lo llamé, momento en el cual me deslicé fuera de esa charla. El gran comedor fue una zona de estrés, miradas y murmullos, oí demasiadas veces mi nombre sin que nadie me estuviese hablando. Me dolían los ojos solo de estar allí. Elena se mostró más en su papel de esclava a comparación con la cena: me preguntó qué quería que me sirviera en el plato, sonrió encantada ante mi oposición y agachó la cabeza humildemente cuando le di las gracias por su ofrecimiento. Papá no permitía a Elena en el comedor, a ella le figuraba esperarme afuera e ir a comer luego con los elfos.
Por un instante creí que Granger se acercaría a mí en el pasillo, pero no sucedió. Ella seguro que hablaría con Elena.
—Esa chica me desagrada —le susurré a mi acompañante luego de indicarle que se me acercara.
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Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. Riddle
FanfictionJames Potter retó a un duelo a Voldemort y perdió, en lugar de arrebatarle la vida, Voldemort decidió violar a su esposa. De esta unión violenta, de este ser malvado y cruel se engendró lo imposible: un niño inocente. No hay parejas (por ahora). Hay...