Capitulo 4

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Nota del autor original:

Para quienes se lo pregunten, la perra, digo, Umbridge, sigue viva. En la otra página me dejaron dos comentarios curiosos respecto a esta infantilidad extraña de Harry y lo extraño que suele ser el comportamiento de Voldemort, puesto que con Harry es bueno, pero con los demás es malo.

Dejaré aquí las respuestas que di allá por si alguno tuvo la misma duda:

Harry y su vida infantil: La infantilidad de Harry es producto de una crianza protectora de su padre y la escasez de otros niños en su entorno; rodeado de adultos que le seguían la cuerda, Harry no creció mentalmente al ritmo de los demás. No importa, Harry se va a dar un estrellón contra la realidad muy pronto (unos 6 o 7 capítulos más).

El comportamiento de Voldemort y la forma de describir la violencia: Esa naturalización de la violencia es parte del fic. Harry normalizó la violencia, las agresiones, todo es parte de su día a día y aunque él comprende que para muchos no son acciones correctas, él no conoce más, así que se apega a eso. Veremos un poco más al respecto cuando aparezcan las esclavas. Sobre Voldemort, cito a Harry: es un mal hombre, no necesariamente un mal padre.
Las personas son seres complejos, Voldemort de hecho me recuerda un pasaje bíblico en el que Jesús habla de que incluso una persona terrible, cuando su hijo le pide pan, le da pan y no una víbora; y algo así ocurre con Voldemort. Él se esfuerza por criar a su hijo y lo ve como una responsabilidad. Voldemort no lo ama, él sabe que no lo ama, pero él aceptó esa responsabilidad y no le queda de otra. Hoy veremos un poco de esa lucha de Voldemort contra sí mismo porque él quiere ser impulsivo y quitarse de encima a Harry, pero al mismo tiempo sabe que no puede hacer eso.
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Ojalá y esa golfa barata se pudriese en el jodido infierno.

—Harry, deja de llorar.

Deja de llorar mocoso porque se me acaba la paciencia.

—Lo siento —hipó echo una bola en su cómoda cama.

A la mierda mi traje planchado, ese día ya fue muy largo. Me dejé caer junto a Harry murmurando un hechizo que me quitaría los zapatos. El niño me miró con sus ojitos rojos. Metí mi mano en la olvidada bolsa de papel, saqué una empanada de salchicha, acomodé un par de almohadas para quedar con cierta altura y le di un mordisco. Estaba fría, pero jugosa.

—¿Quieres? —le tendía una empanada.

—No tengo hambre —musitó.

Me quise encoger de hombros, terminarme las cuatro empanadas y gritarle por ser un mocoso marica y llorón. Respecto a Harry, yo rara vez hacía lo que quería, sino lo que era correcto. Ugh.

—Si te comes una, no cenarás pescado guisado en leche.

Nombrando a su enemigo mortal, conseguí que Harry cogiese una empanada y se la llevara a la boca.

—Gracias papá.

—¿Por qué? —me acabé la mía y fui por otra. ¡Qué hambre!

—Por regalarme tu almuerzo, no tenías que hacerlo —se sentó a mordisquear su empanada.

—Claro que sí.

—... lo sé, tu imagen pública.

Fruncí el ceño.

—¿De qué hablas? —lo miré —. ¿Imagen pública? No fue por eso, Harry.

—¿No? ¿Entonces por qué? —lució sorprendido.

—¿Cómo se te ocurre que te voy a dejar sin comer? —la idea era ridícula. Está bien, yo no era exactamente un santo, pero ¿obligar a mi hijo a no almorzar?

Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora