Harry era un chico famoso en la escuela por su ascendencia y la crueldad que rodeaba su vida, pero también por lo infantil de mente que podía ser; algunos creían que él era una víctima, otros pensaban que Harry era un verdugo en miniatura. Cómo fuese, para el final de la cena, que Harry omitió y Alec, cual perro servil, imitó, toda la escuela estaba hablando mal de Harry.
—Es un asesino.
—Idéntico a su padre, siempre lo he dicho.
—Es un dictador en entrenamiento.
—Él no hace nada por ayudar a los muggles.
Yo me senté a solas en la mesa de Gryffindor, degustando la cena y esquivando a Luna; mi novia era una chica asertiva que, en medio de sus rarezas, adivinaba lo que ocurría a su alrededor y lo último que yo deseaba era que ella notase mis sentimientos negativos. Según lograba ver, Hermione escribía una carta al Profeta, pues decía, a los cuatro vientos y con mucha seguridad, que lo que Harry había hecho debía de ser denunciado. Ron, otro que no sabía medir el tono de su voz al opinar, estaba convencido que Harry era un asesino en masas desde niño.
Ese par era unos hipócritas, hace unos años estaban obstinados en ser amigos de Harry y ahora él era para ellos un monstruo equiparable con su padre, Voldemort.
Voldemort... ese nombre ya no me asustaba.
Mientras más conspiraban mis compañeros, más silencioso estaba yo. Mi vida se hizo añicos por culpa de Harry, yo no merecía lo que me sucedió, todo fue su culpa, por saberse defender, por dar miedo, por ser... él, así que ahora no me molestaría en defenderlo.
Antes de irme del Gran Comedor, hice un sándwich con ensalada y pechuga. Esta noche nuevamente tendría las pesadillas, ellas me atacaban con fuerza y yo me defendía con la comida, la que siempre era fiel, me hacía sentir feliz y se quedaba conmigo.
0oOo0
350 personas.
Suspiré.
—Son muggles, Harry —me dije —. No importa, a nadie le importa.
El conocimiento de lo que causé no me robó el sueño, dormí como un bebé hasta las cinco de la mañana, pero si me achispó el humor. Mientras me cambiaba de ropa, alistándome para mi detención con el profesor Hagrid, no pude dejar de pensar en lo fácil que fue ordenar una masacre. Me habría gustado decirle al profesor Flitwick que yo sí sabía lo que estaba haciendo, que no, que yo no estaba tan loco para no comprender el valor de 350 vidas; y que no, que no era mi padre, pero 350 personas me parecieron tan... tan poca cosa. ¿Cuántos muggles murieron en los años de mi infancia? ¿La suma de todos los muggle usados para sacrificios qué números arrojaba? ¿A cuántos muggles les piqué las tripas hace un año?
350 no era la gran cosa, solo un número, uno muy pequeño.
Y eso me aterraba.
El profesor Hagrid recién salía de su cabaña con su mascota cuando yo pisé los jardines; él cargaba una caneca en las manos, al lado de ese señor todas las cosas parecían pequeñas, pero era una gran caneca. No me topé con compañeros, profesores o fantasmas en mi camino al exterior, así que no supe si mi orden se dio a conocer en la población estudiantil o si permaneció en secreto. Ojalá fuese la segunda opción, yo no quería tener que ir justificándome en cada paso que daba.
El profesor Hagrid, al menos, no parecía saber, pues me saludó con naturalidad.
—Buenos días, señor Riddle. Venga conmigo.
—Sí... hola Fang.
El perrito, que era inmenso, casi como las fieras que tenía papá en casa, se me aproximó olisqueándome. Los animales en el mundo real, o sea que no eran de historietas, no sonreía, o si lo hacían no eran tan obvios, pero este perro lucía muy alegre y tranquilo. Curioso, ¿no? Él era tan grande que podía matarme si se me tiraba encima con saña, pero era un perro mansito.

ESTÁS LEYENDO
Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. Riddle
FanfictionJames Potter retó a un duelo a Voldemort y perdió, en lugar de arrebatarle la vida, Voldemort decidió violar a su esposa. De esta unión violenta, de este ser malvado y cruel se engendró lo imposible: un niño inocente. No hay parejas (por ahora). Hay...