—¿Por qué estás llorando?
Elena sacudió su cabeza, parpadeando velozmente para quitarse las lágrimas. Su cabello rubio y liso se sacudió en cada movimiento. Era largo, mucho, quizá más allá de sus caderas.
—Tenía miedo de venir, estoy muy, muy lejos de mi casa y de mi familia —algo que no había notado hasta ese punto era el acento de Elena, solo de oírla bastaba para saber que era rusa, sin llegar a enredarse en mi idioma.
Comprendí esa sensación, debía ser duro de despegarse del hogar tan abruptamente, solo por el capricho de un par de personas.
—¿Cómo es tu casa? ¿Es un palacio?
Elena consideró mis palabras, meditando brevemente.
—Sí, es inmenso, pero yo no lo conozco bien. Crecí en la zona central, en el harem.
—¿Harem? —arrugué la nariz —. ¿No es la casa de las esposas y amantes de los monarcas?
—Sí, también de las esclavas como yo —me explicó tomando la caja con los perfumes —. Mamá creció ahí, mis hermanas igual, junto a las amantes de mi padre, mi abuelo y mis tíos.
—¡Qué familia! —me burlé, sacándole una risita —. Si es de hacer sumas, mi casa tampoco es una maravilla, esta es la base de funcionamiento de los mortífagos, a cada rato hay orgías, torturas y muertos.
Elena hizo una mueca.
—¿Destapamos otro? —me señaló los regalos.
Encontramos cosas para mí y para ella, desde cremas corporales, dulces, ropa ajustada, jabones y productos de belleza, todo muy normal hasta la aparición de un pequeño falo rosa.
—¿Por qué mandarían esto? —pregunté con curiosidad. Salvo por el color y el tamaño, ese falo era similar a los que mantenían en los calabozos para torturar a las mujeres.
—Es para mí. Hay un tapón —me apuntó a la caja del falo, donde también había un objeto extraño y plateado. ¿Y eso qué? —. Son para mí, bueno, para que usted los use conmigo.
—No entiendo —me lamí los labios, confuso —. Esto lo usan para violar mujeres, tú eres virgen.
—No lo soy —me sorprendió al punto de sacarle un gesto de humor —. Recuerde que soy una esclava sexual, su padre ya lo dijo, yo recibí entrenamiento toda mi vida.
—Sí, escuché, pero... eres una niña —dije con obviedad.
—Mi deber es atenderlo a usted, pero, amo, usted no sabe cómo tratar a una mujer. En mi hogar hay dos tipos de esclavas, las vírgenes y las entrenadas. ¿De qué serviría que yo fuese virgen y me entregasen a usted? Sería como darle carne a un hombre sin dientes; a mí y a mis hermanas entrenadas nos asignan a jóvenes herederos, las vírgenes son para los adultos. Por ejemplo, de venderle una de mis hermanas a su señor padre, el mío le dará una muchacha virgen para que la descorche, mas no importa, porque su padre sí sabe qué hacer con una mujer, usted no, así que me corresponde a mí poseer el conocimiento.
Su discurso fue... lo dijo con tanta tranquilidad, jugueteando con la cajita de cinco esmaltes de uñas como si nada.
—¿Te violaron en tu casa?
Violación, eso gritaba mi mente. Papá era extremadamente estricto con la edad de las secuestradas y con el ingreso de mortífagos, nunca menores de edad, jamás mujeres vírgenes en los calabozos. Violar a una mujer, para mí, no era la gran cosa, ocurría a cada rato, pero a un niña, eso era impensable para papi y si él, un monstruo medio psicópata, lo veía así, con más veras yo.
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Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. Riddle
FanfictionJames Potter retó a un duelo a Voldemort y perdió, en lugar de arrebatarle la vida, Voldemort decidió violar a su esposa. De esta unión violenta, de este ser malvado y cruel se engendró lo imposible: un niño inocente. No hay parejas (por ahora). Hay...