Capitulo 1 - Libro 4

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Harry S. Riddle.

Pare... por favor, deténgase...

El susto de mi pesadilla lanzó por mi cuerpo un torrente de miedo que me despertó y me semi incorporó por tercera vez esta noche. El llanto y las suplicas de mi madre dejaron de reproducirse en mi mente.

Me senté y miré mi ventana abierta, dispuesta así para que mi lechuza Hedwig ingresara a su gusto; era de noche y los muebles de mi alcoba apenas y eran visualizables. Sin luna, la oscuridad era combatida en unanimidad por la chimenea de mi alcoba, muy necesaria a pesar de ser inicio del verano. Los rituales de magia oscura de papá dejaban el castillo donde vivíamos helado como paleta de hielo.

Cinco días atrás finalizó Hogwarts, yo permanecí en casa a tiempo completo con la bilis subiendo por mi garganta cada vez que pensaba en la nueva adicción a la alcoba de papá. En el pasado, jamás me hice problema con el asunto de la doble violación de mi madre; la señora Potter fue, por más de una década, una extraña sin rostro que permanecía a salvo de la ira de padre, protegida en el hogar que formó con su esposo. Ahora, ante la posibilidad de que papá secuestrase y realizase innombrables atrocidades con mi madre sin una fecha de culminación, yo no podía dormir.

Las cinco noches las pasé en vela, quedándome dormido tan entrada la madrugada que luego mi cuerpo dormía hasta mediodía.

—Duerme lo que quieras, te lo mereces, fuiste el mejor promedio de la escuela —dijo papá.

Hasta la fecha, papi no había incumplido su promesa de pasar tiempo conmigo cada día, al menos una hora, pero yo me di cuenta que librarse de mí por la mañana le permitía a él realizar más cosas. Decidí no hostigarlo porque no quería verlo. El tiempo juntos lo pasábamos hablando de mi nuevo juguete, la batería que papá me compró; de mi excelente adelanto con la cerámica o de lo que él hiciese en su día, endulzándome los temas con humorísticas escenas.

Cuando me sentaba con papá y él se esforzaba tanto en hacerme reír, yo no hallaba fuerzas para pedirle que, por favor, se olvidase de la cruel promesa que le hizo a mi madre aquel 31 de octubre. Quizás tendría mejor suerte en hacerle la petición a papi en el desayuno, pero para eso tendría que permanecer despierto.

—Tempus.

4:56 a.m.

Era una hora medianamente razonable considerando las noches anteriores. Y si yo no recordaba mal, papá ya estaría activo, pues dijo que hoy iría a correr.

Me levanté de la cama, yendo descalzo hasta el cuarto de papá. Últimamente no me gustaba ponerme zapatos, andaba descalzo a todas partes, lo que a papá le sacaba de quicio.

—Una cosa fue el año pasado, pero yo no salí de la miseria para que tú pases tu tiempo como un salvaje.

—Llevo trece años con zapatos, no me matará quitármelos un tiempo.

La respuesta de papá siempre era la misma:

—Ay, ridículos años adolescentes, ojalá se acaben pronto.

Y yo me reía, lo que nos cambiaba de tema.

Las luces en el pasillo estaban prendidas, dándome la razón: papá ya estaba despierto.

Ante la vacía alcoba, me dirigí a la gran cama de papi para acostarme cubriéndome en mi totalidad con las sábanas. Vagamente recordaba jugar a algo así con papá siendo niño mientras él se cambiaba de ropa. Sacudí mi mano, apagando las luces en la habitación; sin chimenea encendida, allí sí reinaba la oscuridad absoluta.

Aguardé sin destaparme la cabeza a la llegada de papá. Me quedé dormido, pues me descubrí con los ojos cerrados al sentir un pellizco en el dedo pulgar de mi pie derecho. Me retiré con fuerza las sábanas.

Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora