Capitulo 1

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-Wow.

Sujeto al mango de la escoba, me elevé a lo máximo que pude, alcanzando el cielo azul a una velocidad suprema. Reí y reí girando en la escoba y recorriendo horizontalmente el firmamento. La escoba voló tan rápido que mis labios se secaron y los ojos me escocieron, sin embargo, no me detuve hasta que los músculos de mis manos se quejaron; ciertamente, la idea de que me fallaran las fuerzas a aquella altura me aterraba.

Papá, un par de mortífagos y el señor que trajo la escoba me aguardaban en tierra firme, sonriendo.

-¿Qué dices, nené? ¿Te agrada?

-¡Sí!

-Ja -miró al señor que trajo la escoba -. Y eso que es un prototipo.

-De hecho, señor oscuro, tendremos que bajarle a la velocidad -reveló -. Puede ser peligroso para los menores. Este modelo en específico permanecerá reservado para los jugadores profesionales, pero nosotros imaginamos que su hijo disfrutaría enormemente los adelantos de la Saeta de Fuego.

-Y no se equivocaron, ¿verdad niño?

-No -me carcajeé.

Papá no permitía extraños en su castillo, pero nosotros no éramos exactamente un público bienvenido en los parques de Quidditch que el ministerio inauguró en febrero. Visitamos el estadio local, y nuevo, para probar la escoba que me regalarían.

-Kael se va a morir de la envidia -le comenté a papá tras despedirnos de los señores.

-Espero que no, tiene una misión en dos días -con un buen humor que se le hizo casi rutinario, papá me tomó de la mano y nos apareció en el castillo. Hasta ahí llegó mi tarde con papá: el ritmo de trabajo de papi no aumentó ni menguó, sino que se hizo constante, lo que me hizo ser consciente de todos esos días en los que él no trabajaba tanto y tenía tiempo para hablar conmigo o al menos tenerme cerca.

Ahora si yo quería entretenerme no podía ir con los mortífagos; Barty se paseaba por todas partes con una tablilla, los demás planeaba y ejecutaban secuestros, otros acomodaban a los muggles presos y los distribuían. Ellos ya no se estaban quedando en el castillo, sino que papá los enviaba a diferentes lugares de los que yo no me enteré debido a mi distancia con papá. La verdad era que yo me sentía muy solo, hasta Pimpón estaba sobrecargado con trabajo y yo quedé ahí, como un barquito solitario en el estanque.

Mi otra opción de entretenimiento era bajar al harem, pero en ese momento no tenía ganas. A mi empresa, mi otra ocupación luego del juego, le fue muy bien... según los demás. Lo que creí que sería un éxito rotundo se convirtió en una decepción; papá dijo que no había que emocionarse tanto con las cosas y que cada emprendimiento era así, duro. Yo supuse que absolutamente todos los magos de Inglaterra pedirían un juguete, pero solo pidieron unos 200 desde enero que empezó a salir la publicidad en la revista del papá de Luna. Este mismo día, hoy, empaqué dos juguetes de goma con la figura de Ravenclaw de tamaño mediano y cuatro llaveros de las cuatro casas, todo en unas cajitas lisas y simples a las que le ponía unas pegatinas con el logo de un dragón naranja y sonriente.

Sin trabajo o compañía, me aferré a mi nueva escoba. No me molesté en ir antes a la cancha de Quidditch y me elevé desde ahí. En el aire, ascendiendo hasta superar la altura de castillo de papá, el viento golpeaba con fuerza y frescor, lo que me gustó. La Saeta de Fuego era más fiera que mis anteriores escobas, aceleraba a un grado atemorizante y realizaba los giros sin inconvenientes y sin frenarse debido a los mecanismos de seguridad que, de seguro, esa escoba ni conocía.

La adrenalina en mis venas sí me animó.

-«La plata», sieal.

Papá cumplió su cometido y creó para mí un hechizo que reproducía música. «Sieal» era el encantamiento y se podía decir sin necesidad de pronunciar la canción en cuestión; el hechizo me recordaba al índice de un libro: se le agregaban las canciones y estas aparecían delante con nombre e interprete, dejando la solicitada o reproduciéndose al azar.

Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora