Al día siguiente, el domingo en la noche, Alec y yo nos cubrimos a altas horas de la noche con mi capa de invisibilidad cargando entre nosotros una lampara de aceite. Estuvimos repasando los libros de criaturas mágicas esa mañana, intentado localizar la debilidad de los cerberus. Cuando resultó que aquel perrote se dormía con música, quise brincar de la torre de astronomía de pura dicha, ¡y yo creyendo que necesitaría una poción super rara!
—Pero joven señor, no trajimos un instrumento.
—Déjame eso a mí, mi querido Alec —bromeé.
Por ocio y diversión, papá muy escasamente pasaba conmigo unos diez minutos; él no se interesaba en mis juegos, en las historias fantásticas y salidas de contexto que yo me inventaba con mis figuras de plástico y mis peluches o en mis solitarios partidos de quidditch, excepto para asegurarse que yo supiera montar y no me rompiera el cuello al caer de la escoba, pero yo tenía un don muy apreciado por papá, gracias al cual me colaba en su oficina. Silbaba. Y no un silbido cualquiera, no, el mejor de los silbidos. Papi reproducía con su varita piezas de la música clásica y yo las imitaba a oído silbando, a papá le gustaba mucho oírme y, siempre que él estuviese con papeleo y yo silbase, me podía quedar en su presencia todo el tiempo que quisiera.
Por eso, al abrir la puerta, no requerí de un instrumento musical, mis soplidos melodiosos bastaron. Alec me observó con las cejas alzadas, absteniéndose a hacer ruido hasta que el cerberus cayó profundamente dormido, envuelto en su cola.
—Curioso truco —me encogí de hombros sin dejar de silbar —. Pues aquí no hay gran... una trampilla —la señaló.
—Ábrela —y reanudé a Mozart.
Alec se deslizó por fuera de mi capa con cuidado, como si pisara cascaras de huevos en lugar de un sólido suelo, con temor de despertar al perro. La trampilla no dio conflicto y permitió que se abriera; en Stud: la rana aventurera, cada ocasión que las cosas se daban fácilmente, algo horrible se aproximaba. Alec alumbró con la lampara, él decía que teníamos que tener extra de cuidado con los hechizos de identificación de magia ya que nuestros núcleos mágicos se enlazaban con los del castillo por ser alumnos, lo que significaba que el director podría rastrearnos si dejáramos magia en los objetos tocados con nuestros hechizos.
—Hay una caída, abajo hay una planta.
Me acerqué.
—¿Suficiente para sobrevivir a la caída?
—Bueno, sí, creo, la planta amortiguaría... oiga, no, ¿qué cree que hace, joven señor? —descubrí que de considerar que yo estaba en problemas o actuando como un idiota, Alec me reñiría para ponerme a salvo.
—Prepararme para bajar —aunque ahí, viendo la caída, me arrepentí. Yo no sobreviviría a tan gran altura.
—Está loco si espera que yo me quede aquí a observar —un bufido del perro nos sobresaltó. Alec me tomó de la mano y, tirando la trampilla para cerrarla, nos sacó de ahí —. No, un rotundo no.
Resoplé. El pasillo se iluminó con nuestra lampara de aceite.
—Puedo hacerlo —insistí. Alec se agarró la cabeza con desesperación; yo sabía que él consideraba mis acciones como una gran y estúpida broma, pero yo en verdad quería ir tras esa piedra.
—Vea —se detuvo, buscando las palabras adecuadas —. Démonos una semana para prepararnos, vengamos el otro sábado. Hay un partido, Gryffindor contra Ravenclaw, los alumnos de la casa ganadora se alborotarán y atraerán la atención de los docentes. Necesitamos una escoba para bajar por ahí, una lampara que no se rompa...
—Un lumus embotellado —ofrecí —. Es una invención de papá —aclaré al notar la confusión de Alec —. Puedo reproducirlo.
—Bien, la luz, la escoba, la capa... no sé, pero algo más, una coartada, sí, una coartada —realmente lucía alterado.
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Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. Riddle
FanficJames Potter retó a un duelo a Voldemort y perdió, en lugar de arrebatarle la vida, Voldemort decidió violar a su esposa. De esta unión violenta, de este ser malvado y cruel se engendró lo imposible: un niño inocente. No hay parejas (por ahora). Hay...