Capitulo 3 - Libro 4

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Barty Crouch Jr.

—Esto de ser maestro es lo máximo —murmuré bostezando ampliamente.

Eran las ocho de la mañana y yo no tenía ninguna responsabilidad para el día. Los docentes nos reuniríamos para actualizar nuestros planeadores de clases en agosto, junio y julio eran meses enteramente de reposo y aún así me los pagarían. Esto era la gloria.

—¿Señor Crouch? ¿Señor Crouch?

—Agh —solté un ruidito. Claro, yo salí del mundo de mis sueños porque alguien tocaba a mi puerta —. ¡¿What?!

—Es que tengo una pequeña duda.

Este idiota no sirve para nada , dije en mi mente. Thomas, el mortífago inútil que ayudó la vez que Rabastan acudió al médico, terminó convirtiéndose en el encargado oficial del castillo de mi señor. Él era el único sin trabajo, vida social o amorosa disponible, aparte de la Rata, pero ese imbécil era aún más inútil.

-¡¿What?! —gruñí al abrir la puerta, sin molestarme en colocarme una camisa o algo.

—Señor Crouch, ¿cuál es la llave que abre la Torre Norte? —pidió extendiéndome un manojo de llaves.

Le habría gritado con mucho gusto, pero yo tardé un año en aprender a identificar todas las llaves del castillo. Un alohomora no funcionaba dentro de los terrenos del hogar del señor tenebroso por motivos de seguridad.

—Dame —se la rapé y busqué la llave dorada fina —. Es esta, ¡largo!

Le estampé la puerta en las narices. Esperaba oír que él se retiraba para poder reír.

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Harry Ryddle .

Elena se quedó conmigo por la noche. Dormí más y más, y desperté con mucha energía ya mi hora habitual. Desayunar con papá se sintió genial, él me contó de su día anterior y me alborotó el cabello al salir para el ministerio, prometiéndome que el sábado me tendría una sorpresa. Hoy era miércoles, yo no tendría que esperar mucho.

Ansioso, me mecí en la planta de mis pies. Todo mi ser gritaba que me fuese a mi habitación y convocase a Elena. Yo quería seguir tocándola y besándola, su cuerpo era adictivo, pero me sofocaba la idea de ser tan evidente con mi excitación.

En su lugar, decidió vagar por el castillo. Aquí las cosas no cambiaban: los muggles llegaban, eran contabilizados y se los transportaba a sus nuevas residencias. El ganado y ellos no eran diferentes.

—Hola, Thomas —saludé al peculiar mortífago. El hombre iba atareado con unas cajas, algunas más flotaban a su alrededor —. ¿Qué haces?

—Buenos días, joven señor —me saludó inclinándose con torpeza, apenas logrando no dejar caer las cajas —. No mucho, tengo que organizar esto en la Torre Norte.

—Y ¿qué es?

—Pues... son unos consoladores gigantes. ¿Usted conoce esa palabra?

-Si.

—Ajá... bueno, hay una habitación abajo repleta de falos y esas cosas, me pidieron limpiarla para darle un mejor uso. Hay incluso uno pegado al suelo, no he podido con ese. ¿Usted sabe a quién mantenían encerrada allá?

—Sí, pero no era contra su voluntad. De hecho, no lográbamos que saliera de esa habitación.

—Pues una mujer tiene que estar muy mal de la cabeza para amar estar en ese agujero. Permiso, joven señor.

Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora