Capitulo 3

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Sostuve entre mis brazos a Ismael, mi hipogrifo de peluche.

—No sé si debas llevar a Ismael a la escuela —dijo papá apoyó en el umbral de la puerta de mi habitación.

—Me hará ver como un tonto —asentí.

Miré el rostro sonriente de Ismael, era uno de mis más antiguos juguetes, papá me lo obsequió a los tres años para que me acompañase en las noches de pesadillas porque a él no le gustaba dormir conmigo. En todas las historietas que había leído, los niños abandonaran sus juguetes al llegar al colegio, los que los conservaban eran el blanco de mofas.

—Puedo hechizarlo para que solo tú puedas verlo —ofreció papi en uno de sus raros brotes de dulzura. Era agradable saber que mi inminente partida le afectaba.

—No, está bien —puse a Ismael en mi cama—. Ya soy un chico grande —le sonreí a papá, él me devolvió el gesto antes de intentar romper mis escudos de oclumancia.

Pimpón es un muñeco…

Mi primera defensa de oclumancia era una ronda infantil acompañada por una oscuridad total. Envolví al intruso en una densa negrura, yo podía verlo, él no a mí. Desarrollé esta estrategia de Barty Jr., uno de los mortífagos más afectuosos para mí.

—Bien, Harry; me gusta —la voz de papi rebotó con eco en mi mente—. Expúlsame.

En medio de la negrura iluminó una luz verde, la figura mental de papá entrecerró los ojos; la luz era del mismo tono que el avada kedavra. La luz permaneció estática el tiempo necesario para que el intruso la asimilara antes de lanzársele a toda velocidad. Pude sentir un deje de intranquilidad por parte de papá antes de que se retirara. Parpadeé, los ejercicios de oclumancia me secaban los lagrimales.

—¿Y?

—Muy bueno, niño. Si Dumbledore comete el error de introducirse en tu cabeza se llevará una desagradable sorpresa. Igualmente, no te confíes Harry, el viejo no esperará escudos en un primer año, pero podrá ver a través del truco y, si él quiere romper los escudos, lo hará.

—Sigo trabajando en ello.

—Hazlo. Ahora, ¿tienes todo? —miró el baúl cerrado a un costado de mi cama.

—Sí, Pimpón lo comprobó.

Mi habitación quedó algo desnuda después de que el elfo hizo mi maleta para Hogwarts en el baúl sin fondo que papá me entregó. Los estantes con libros se vieron especialmente afectados.

—Repasamos entonces —papá ingresó en mi alcoba y se quedó de pie en el centro de la misma, sobre mi alfombra redonda —. Aléjate de Dumbledore, del hombre lobo que dicta historia y de Mcgonagall. No hablarás con los hijos de los mortífagos o darás a entender que los conoces.

—¿Salvo Alec?

—Sí, el hijo de Bella y Rodolphus no tiene de qué preocuparse al interactuar contigo. Aun así, él es un tercer año, no lo verás tan a menudo.

—¿Alec tiene amigos en la escuela?

Era mi duda. Si el hijo de «La Loca» y del «Asesino Lestrange» hacía amigos, seguro que yo también podía.

—Pocos, los oscuros no se le acercan en público, ni siquiera en la sala común, los de la Luz y la sangre sucia le temen. Tendrás el mismo problema, Harry.

—Estaré bien.

Viví toda mi vida sin amigos, Hogwarts no tenía por qué ser diferente.

—Los amigos son distracciones, tú vas a estudiar —dictaminó papá—. Si surge algún inconveniente, acude a Snape. Él es un traidor, pero te protegerá. No vagues por el castillo a solas y si vas a hacer algo contra las reglas que no te atrapen.

Harry Potter: El hijo de Tom Ryddle - Harry S. RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora