La vijesimocuarta pelea

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Estábamos cruzando el río Potomac cuando divisamos un helicóptero. Un modelo militar negro y reluciente como el que habíamos visto en Westover Hall. Venía directo hacia nosotros.

-Han identificado la furgoneta - adverti - Tenemos que abandonarla.

Zoe giró bruscamente y se metió en el carril de la izquierda. El helicóptero nos ganaba terreno.

-Quizá los militares lo derriben - dijo Grover, esperanzado.
-Los militares deben de creer que es uno de los suyos - les dije.
-¿Cómo se las arregla el General para utilizar mortales? - Preguntó Percy
-Son mercenarios - repuso Zoe con amargura - Es repulsivo, pero muchos mortales son capaces de luchar por cualquier causa con tal de que les paguen.
-Pero ¿es que no comprenden para quién están trabajando? - preguntó Percy - ¿No ven a los monstruos que los rodean?

Zoë meneó la cabeza.

-No sé hasta qué punto ven a través de la Niebla. Pero dudo que les importase mucho si supieran la verdad. A veces los mortales pueden ser más horribles que los monstruos.

El helicóptero seguía aproximándose. A aquel paso acabarían batiendo una marca mundial, mientras que nosotros, con el tráfico de Washington, lo teníamos más difícil.

Thalia cerró los ojos y se puso a rezar.

-Eh, papá. Un rayo nos iría de perlas ahora mismo. Por favor.

Pero el cielo permaneció gris y cubierto de nubes cargadas de aguanieve. Ni un solo indicio de una buena tormenta.

-¡Allí! - señaló Bianca - ¡En ese aparcamiento!
-Quedaremos acorralados - dijo Zoe.
-Confía en mí - respondió Bianca.

Zoë cruzó dos carriles y se metió en el aparcamiento de un centro comercial en la orilla sur del río. Salimos de la furgoneta y bajamos unas escaleras, siguiendo a Bianca.

-Es una boca del metro - informó - Vayamos al sur. A Alexandria.
-Cualquier dirección es buena - asintió Thalia.

Compramos los billetes y cruzamos los torniquetes, mirando hacia atrás por si nos seguían. Unos minutos más tarde, estábamos a bordo de un tren que se dirigía al sur, lejos de la capital. Cuando salió al
exterior, vimos al helicóptero volando en círculo sobre el aparcamiento. No nos seguían. Grover dio un suspiro.

-Suerte que te has acordado del metro, Bianca.

Ella pareció halagada.

-Sí, bueno... Me fijé en esta estación cuando pasamos por aquí el verano pasado. Recuerdo que me llamó la atención porque no existía cuando Nico y yo vivíamos en Washington - Grover frunció el entrecejo.
-¿Nueva, dices? Esa estación parecía muy vieja.
-Quizá - dijo Bianca - Pero cuando nosotros vivíamos aquí, de niños, el metro no existía, te lo aseguro.

Thalia se incorporó en su asiento.

-Un momento... ¿Dices que no había ninguna línea de metro?

Bianca asintió.
Yo no sabía mucho de Washington, pero no entendía cómo era posible que todo su sistema de metro tuviera menos de doce años. Supongo que los demás estaban pensando lo mismo, porque parecían igual de perplejos.

-Bianca - dijo Zoë - ¿cuánto hace...?

Se interrumpió al oír el ruido del helicóptero, que fue aumentando de volumen rápidamente.

-Tenemos que cambiar de tren - dije - En la próxima estación.

Durante la media hora siguiente, sólo pensamos en escapar.
Cambiamos dos veces de tren. No sabíamos adónde íbamos, pero logramos despistar al helicóptero al cabo de un rato.
Por desgracia, cuando bajamos del tren, nos encontramos al final de la línea, en medio de una zona industrial donde sólo había hangares y raíles. Y nieve. Montañas de nieve.

𝑬𝑳 𝑹𝑬𝒀 𝑫𝑬𝑳 𝑺𝑶𝑳 // 𝑷𝑱𝑶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora