Creo que también voy a empezar a culpar a mi padre de no poder tener una noche tranquila sin soñar nada. Es algo que todo el mundo hace, cuando no te van bien las cosas ¿Quién es el candidato perfecto para echarle la culpa de tus desgracias? ¡Los dioses! Total, no es como si te fueran a hacer caso.
En mi sueño, yo era otra persona. Iba con una anticuada túnica griega (demasiado ventilada en los bajos) y unas sandalias de cuero con cordones. Llevaba la piel del León de Nemea anudada a la espalda como una capa y corría, arrastrado por una chica que me agarraba con fuerza de la mano.
-¡Deprisa! - decía. Estaba demasiado oscuro para verle la cara con claridad, pero percibía el miedo en su voz - ¡Deprisa o nos encontrará!
Era de noche. Un millón de estrellas resplandecían en el cielo. Corríamos entre hierbas muy altas y el olor de las flores daba al aire un aroma embriagador. Era un hermoso jardín y, sin embargo, la chica me guiaba a través de él como si estuviéramos a punto de morir.
-No tengo miedo - le decía yo.
-¡Deberías tenerlo! - respondía, y seguía arrastrándome.
Sus largas trenzas oscuras le bailaban en la espalda. Su manto de seda resplandecía levemente a la luz de las estrellas. Subíamos corriendo la cuesta. Me llevaba detrás de un arbusto espinoso y nos derrumbábamos jadeando. No entendía por qué ella tenía tanto miedo. El jardín parecía tranquilo. Y yo me sentía muy fuerte, mucho más de lo que me había sentido nunca.
-No hace falta que corramos - le decía. Mi voz sonaba más grave, más segura - He vencido a miles de monstruos con mis manos desnudas.
-A éste no - respondía la chica - Ladón es demasiado fuerte. Debes subir la montaña dando un rodeo para llegar a mi padre. Es la única manera.
El dolor que latía en su voz me sorprendió. Estaba preocupada de verdad, casi como si yo le importara.
-No me fío de tu padre - replicaba.
-No debes fiarte - asentía ella - Tendrás que engañarlo. Pero no puedes tomar el premio directamente... ¡o morirás!
Yo reía entre dientes.
-Entonces, ¿Por qué no me ayudas, bella muchacha?
-Tengo miedo. El Ladón me detendría. Y mis hermanas, si se enterasen, me repudiarían.
-Entonces no hay más remedio - Me incorporaba frotándome las manos.
-¡Espera! - decía la chica.
Parecía atormentada por una duda. Finalmente, con dedos temblorosos, se llevaba una mano al pelo y se quitaba un largo broche blanco.
-Si has de luchar, llévate esto. Me lo dio mi madre, Pleione. Ella era hija del océano y la fuerza del océano se halla encerrada en él. Mi poder inmortal.
La chica soplaba en el broche y éste brillaba levemente. Destellaba a la luz de las estrellas como un brillante caracol marino.
-Llévatelo - me decía - Y conviértelo en un arma.
Yo me echaba a reír.
-¿Un broche para el pelo? ¿Cómo va a matar esto a Ladón, bella muchacha?
-Tal vez no sirva - reconocía - Pero es lo único que puedo ofrecerte si te obstinas en tu propósito.
Su voz me ablandaba el corazón. Alargaba la mano y tomaba el broche. Éste empezaba a crecer en el acto y a hacerse más pesado... hasta que me encontraba con una espada de bronce reluciendo en mi mano. La miraba y me resultaba muy familiar.
-Bien equilibrada - decía - Aunque normalmente prefiero usar mis manos desnudas. ¿Cómo llamaré a esta espada?
-Anaklusmos - respondía la chica con tristeza - La corriente que te toma por sorpresa. Y que antes de darte cuenta, te ha arrastrado a mar abierto.
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𝑬𝑳 𝑹𝑬𝒀 𝑫𝑬𝑳 𝑺𝑶𝑳 // 𝑷𝑱𝑶
FanficEn donde Elián Díaz se ve obligado a tener que lidiar con sus problemas de semidiós mientras se ve envuelto en una guerra que trae consigo traiciones, perdidas y heridas que no sabe si llegará a curar algún día, además de un pasado trágico que tal v...