Déjenme comer

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—Había un bar en el centro turístico — dijo Thalia.

—¿Tú ya has estado aquí? — le preguntó Percy.

—Una vez. Para ver a los guardianes — respondió señalando a un lado del dique.  Excavada en el flanco de la roca, había una pequeña plaza con dos grandes esculturas de bronce. Se parecían a la estatua de los Oscar, pero con alas — Consagraron esos guardianes a Zeus cuando fue construido el embalse — añadió — Un regalo de Atenea.

Los turistas se agolpaban a su alrededor y parecía que todos contemplasen los pies de las estatuas.

—¿Qué hacen? —preguntó de nuevo.

—Les frotan los dedos — explicó Thalia — Dicen que trae suerte.

—¿Por qué?

Ella meneó la cabeza.

—Los mortales se inventan cosas absurdas. No saben que las estatuas están consagradas a Zeus, pero intuyen que hay en ellas algo especial.

—Cuando estuviste aquí, ¿te hablaron o algo así?

Su expresión se endureció. Los dos nos acordamos perfectamente de cuando vinimos aquí junto con Luke a pedir ayuda y como es costumbre, los dioses pasaron de nuestro culo.

—No — respondió — En absoluto. Son dos estatuas de metal, nada más.

Pensé en acercarme a escupir sobre la estatua, pero descarte la idea porque estaba lleno de gente y yo solo quería meterme a un sitio calentito y comer.

—Busquemos esa condenada taberna — concluyó Zoe, malhumorada— y echemos un bocado mientras podamos.

Grover sonrió. Yo me puse una mano sobre la boca para no reírme.

—¿De qué os reís? — le preguntó Zoe.

—No, de nada — respondió Grover, aguantándose la risa — Me zamparía unas condenadas patatas fritas.

Incluso Thalia se sonrió.

—Y yo he de ir al baño, maldición.

Tal vez sería porque estábamos tensos y cansados, pero emperezamos los cuatro a mondarnos en voz baja .

Zoe nos miraba perpleja.

—¿Qué os pasa?

—Voy a refrescarme el gaznate en esa taberna — dijo Grover.

-Yo iré a buscar a una buena moza que quiera desposarse conmigo - añadí dramatizando mi voz.

Estallamos en carcajadas. Y habría seguido riéndome un buen rato si no hubiera oído de repente un sonido inesperado que no fui capaz de distinguir.

Deje de reírme poco a poco. Primero me pregunté si sólo habría sonado en mi cabeza, pero Grover también había dejado de reírse y miraba extrañado alrededor.

—¿Era una vaca lo que acabo de oír?

—¿Una condenada vaca? — dijo Thalia riendo.

—No — insistió Grover — hablo en serio.

Zoe aguzó el oído.

—No oigo nada.

-Yo si pero no se el que - les dije.

Thalia miraba a Percy.

—¿Te encuentras bien, Percy?

—Sí. Adelantaos vosotros. Yo voy enseguida.

—¿Qué pasa? — preguntó Grover.

—Nada. Necesito un minuto para pensar. 

Thalia, Zoe y Grover dudaron en dejarle solo, yo por mi parte les metí prisa para entrar. Ya había empezado a fantasear con una coca cola y un bocadillo enorme.



𝑬𝑳 𝑹𝑬𝒀 𝑫𝑬𝑳 𝑺𝑶𝑳 // 𝑷𝑱𝑶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora