¿Fué irracional ir así en contra de mi hermano? Puede que sí. Lo sé cuándo me da una mirada de desaprobación. Aunque en realidad, ha sido su culpa ¿No? Él no tenía por qué estar sosteniendo el rostro de ella en esa forma.
—¡¿Se puede saber que te pasa?! —me espeta, elevando la voz.
No pienso dejarme esta vez, quizás sí en otra situación pero ahora no.
—¡¿Qué te pasa a tí?! ¡No permitiré que le pongas un dedo más encima!
Quizás mis palabras han sido muy contundentes, lo sé por la reacción de Anya. Mantiene los ojos abiertos como platos.
—Si supieras... —murmura mi hermano entre dientes.
—¿Qué cosa? —cuestiono, frunciendo el cejo.
—Ella es mía —suelta.
Algo en mi interior da un vuelco. No, eso no puede ser. Simplemente no lo permito.
—Cierra la boca —ordeno, intento acercarme para darle un golpe, cosa que no es posible porque la chica interfiere en mi camino.
Siento sus brazos rodeando mi torso, detiene el impulso con el que me acercaría a mi hermano.
—No peleen, por favor —murmura.
Me detengo al momento, es una extraña sensación. La rabia que me recorría en cuerpo parece diciparse un poco. Aunque no lo suficiente. No puedo evitar observar con odio a mi hermano, mientras él se acomoda el traje.
—Damián, no le diré esto a nuestro padre para no preocuparlo. Pero cada vez vas de mal en peor.
—¿Yo? Mira quién habla —digo, con tono de cinismo.
No responde nada más y sale de su propia oficina. Quedamos solos los dos.
No me suelta, y yo no sé si acaso corresponder su abrazo. Al final sólo decido dejar caer mis manos sin fuerza. Unos segundos después ella se separa de mí.
No dice nada, es el silencio quién reina en ambos. Eso hasta que por fin me atrevo a hablar de nuevo, así sienta ganas de vomitar.
—¿Lo que dijo él es cierto?
—No señor, le pertenezco a usted.
¿Qué? Su respuesta me deja en shock por unos momentos, hasta que comprendo lo que intenta expresar. Ahora se dedica a servirme a mí.
—No me refería a eso —intento explicar, dándole la espalda. No sé cómo decirlo sin que una parte de mí arda en furia—. ¿Él te ha faltado antes el respeto a como ahora?
—No que yo recuerde.
Eso me deja un poco más aliviado, pero no lo suficiente.
—¿Por qué no lo apartaste? —cuestiono, volviéndome hacia ella.
—No tengo autoridad para eso.
No sé qué es lo que me molesta más, si la falta de emociones y tranquilidad con lo que dice eso o que no pueda defenderse yendo en contra de alguien de mayor rango por su bien.
—¿Y si yo hiciera lo mismo qué harías? ¿Reaccionarias igual? ¿No me apartarías? —interrogo, frunciendo el cejo.
—No lo sé. No es una situación que esté presenciando. Pero lo más seguro es que sí.
—¡Joder! —exclamo, golpeando el escritorio. Me siento mal por haber hecho eso, pero ni siquiera esa acción la hace sobresaltarse un poco—. Tienes que defenderte por ti misma aunque se trate de él o yo. ¿No sientes miedo?