Damián.
—Dime papá —respondo, aun observando hacia el lugar en que se encuentra.
—Preferiría que hablemos en privado.
Doy un suspiro regresando la mirada hacia Anya, se que entiende que estoy por negarme pero me devuelve una mirada comprensiva como diciéndome que vaya.
—Luego regresas para cenar ¿está bien?
—Claro, muero de hambre. —Suspiro pesadamente, levantándome del aciento.
Entiendo que papá quiere hablar en el despacho, así que lo sigo, guardando las manos en los bolsillos.
Al llegar se sienta tras el escritorio quejándose, como si los años le estuvieran pasando factura, empieza a buscar en el cajón del escritorio algo al parecer.
—Siéntate —ordena.
—Así estoy bien —contesto, colocandome tras el aciento de frente al escritorio.
—Insisto. Esto va para larga.
—No es por ser mal educado padre, pero muero de hambre. No he probado nada desde ayer. Podemos dejar la charla para otro momento.
—No, no podemos Damián. Quiero que sepas que he contratado abogados e investigadores para que lleguen al fondo de lo que pasó con tu hermano.
—Y estoy de acuerdo —afirmo, sentándome—. Lo que pasó no fué algo normal.
—Exacto, por eso tendrás que decirme la verdad. ¿Por qué estaban ambos en ese sitio? ¿Acaso tu le hiciste eso a tu hermano?
—No, yo sería incapaz de hacerle algo así —vuelvo a suspirar, de forma pesada.
No quería que el momento llegará pero tendré que contarle a mi padre lo que en realidad sucedió.
—Entonces, dime Damián. ¿Qué fué lo que pasó?
—Está bien padre. Pero lo que escucharás no te hará sentir nada bien.
Él me observa a la expectativa. No me resta más que contarle punto a punto lo que pasó. Su rostro se ensombrece cada vez más a medida que le comento cada cosa. Una expresión de amargura parece inundarle. Al final toma unos documentos y los coloca sobre el escritorio.
—¿En qué me equivoqué al educar a tu hermano? —pregunta.
No sé que responder a eso, es una pregunta que se queda suspendida en el aire. Al final es él quien vuelve a hablar con otra pregunta:
—Entonces ¿Anya sabía que estabas secuestrado no?
—Sí.
—¿Y no crees que ella haya tenido algo que ver con lo que le sucedió a tu hermano?
—¿Qué? —interrogo, frunciendo el cejo—. No, ella no tiene nada que ver en esto, no intentes culparla padre.
—Ella te afecta mucho aún al parecer, pero tranquilo que si no es culpable no tiene nada que temer.
—En todo caso yo seria más sospechoso que ella, pero te aseguro que ninguno tuvo nada que ver con lo que le pasó a Demetrius.
—Yo creo que ambos están en la misma balanza —señala, pasándome los documentos—. Es un traspaso de propiedades.
Le doy un vistazo a papá, él apoya su puño en el mentón sin voltear a verme, yo bajo la mirada a los papeles y continúo leyendo sin responderle, es él quien vuelve a hablar.
—En todo caso, ella tendría más razones para acabar con la vida de tu hermano. Firmaron eso antes de la boda, creo que tu sólo fuiste una excusa para que ella no se negara a casarse con tu hermano.