X Anya.
Y bueno allí estábamos él y yo, yo y él, creo que se entiende el punto, nos encontrábamos viajando en el mismo transporte, sentados uno a la par del otro, ah y tampoco había un lugar al cual escapar de él, porque vamos, para la parada en donde me quedaría aun quedaba bastante lejos.
¿Pero qué hacia Damián Desmond tomando el transporte público? ¿No tenía un auto propio? ¿Acaso no tenía otra cosa que hacer en estos momentos? Ahora definitivamente queda comprobado que me está persiguiendo.
—¿Qué haces aquí? —fué lo que salió de mi boca, si la típica pregunta que al menos esperaba que respondiera sinceramente.
—Tomando el autobús —respondió, uso el tono más natural del mundo.
—Eso es lógico, pregunto ¿qué haces tomando el mismo autobús que yo? Te apareces en todos los lugares a donde voy, ¿me estas persiguiendo?
—No, sólo fue casualidad.
—Las casualidades no existen. ¿Qué planeas Damián?
—Nada. —Se encogió de hombros, restando importancia.
Le observo de perfil, aun se le notan algunos rasgos de la pelea como el labio roto de un lado, algunos moretones en una mejilla y luce algunas ojeras como si no hubiera podido dormir bien. Y no se esfuerza por decir más, sólo ha dado una simple respuesta, como si eso fuera a ser suficiente para mi, aunque por otro lado el silencio tampoco parecía una mala opción, me evitaría hablar con él a como se lo había prometido a Demetrius.
Pasaron unos cuantos segundos hasta que él volvió a hablar, a pesar de que lo trataba de ignorar sus comentarios empezaban a molestarme.
—Bueno, ¿y tus guardaespaldas?
—No necesito unos.
—Ahora que serás la esposa del fiurer los necesitarías, ¿qué te parece su opto por ese trabajo eh? Se invertirían los papeles del inicio, cuando me protegias y casi no hablabas ¿te acuerdas?
—No pienso ponerme a discutir Damián —reprocho con una mirada gélida.
Decido dejar de verlo por un momento y concentrarme en la ventana como si lo que sucediera afuera fuese más interesante: ah hola semáforo, adiós semáforo, hola árbol, adiós árbol...
—¿Por qué me has estado ignorando? —dice al cabo de unos segundos, rompiendo mi conversación mental.
—Ya no tenemos nada de qué hablar —murmuro, aunque en realidad teníamos mucho de qué hablar.
Entre nosotros hay cierta tensión desde el momento en que nos besamos, el tenerlo cerca hace que sienta cierta emoción y cosquilleo en el estómago, a lo que llaman maripositas que quizás luego tenga que ahogarlas. Porque siendo sincera representa una enorme debilidad para mí. La peor falla en cualquiera de mis planes es que él esté presente porque a su lado me vuelvo torpe y frágil como una niña pequeña. Además odio admitirlo pero su presencia me da mucha seguridad, es como si a su lado todo fuera perfecto.
—Tú eres la que siempre decide que ya no tenemos nada de qué hablar, realmente no se porque lo haces pero así es.
—Por que no tenemos nada de qué hablar, tu debes ser feliz con Becky y yo...
—¿Con mi hermano? —cuestiona, como dando la respuesta—. ¿Sabes lo jodido que me siento al estar enamorado de la prometida de mi hermano?
—Lo siento Damián, pero las cosas son como son. Deberías de cuidar a Becky, es una chica buena y se merece lo mejor del mundo.
—Nadie ha dicho que no lo haré.
—Perfecto —corto la conversación.
Debería sentirme feliz por lo que dijo, pero lo único que siento es un nudo en la garganta y un ardorcito del lado del corazón. Estúpidos sentimientos, ¿por qué tenía que enamorarme de él? Es un obstáculo. Debo concentrarme, la misión es lo importante... la misión es lo importante, la misión...
