★Capitulo final★
La historia debió terminar con todos saliendo del lugar, hablando acerca de que casi no la contamos. Donovan esposado, en una patrulla yendo al reclusorio. Pero eso estaba muy lejos de nuestra realidad...
—Están aquí —murmuro, observando hacia mis padres—. No sé qué habría sido de nosotros sin ustedes.
—Yo también estoy aquí —escucho que dice el tío Yuri. Bajando las escaleras del lugar.
—También agradezco tu presencia tío —digo, demostrando una sonrisa.
—Por fin se acabó este calvario —menciona Demetrius, bajando también las escaleras.
—No para ti —le recuerda el tío Yuri—. Tienes mucho que explicar acerca del secuestro hacia tu propio hermano.
Volteo a ver a Damián. Preguntándome para mí misma si acaso él levantaría cargos en su contra. No puedo leer su mente, al parecer los poderes se han ido, pero parece que puede saber en lo que estoy pensando con solo verlo.
—No pienso levantar cargos. Lo único que pido es que renuncie a querer ser Fuhrer de este país. Tal y como yo renunciaré, nuestra familia no es apta para ocupar ese puesto.
—Lo que tú digas hermanito —le responde, haciéndole un saludo con dos dedos en la frente.
A este punto ya ha llegado cerca de donde yace su padre atado. Debe ser duro para ellos ver al hombre que les dió la vida en esas condiciones. Eso explica porqué Damián no se acerca, pues es más sensible que su hermano respecto a su familia.
Y entonces todo pasa demasiado rápido. Alguien se coloca detrás de Damián. Abro los ojos como platos en cuanto le coloca un arma al lado de la cabeza. Temo lo peor pero no puedo mover ni un solo músculo al ver de quién se trata.
—Liberenlo —es lo que dice, ejerciendo más fuerza al arma. Tanta que hace a Damián voltear la cabeza a un lado.
Su expresión es decisiva, e imperturbable. Incluso da miedo. Damián no se mueve ni un milímetro. Ha de estar tan o más impactado que nosotros sabiendo que se trata de su propia madre.
—Melinda —me atrevo a decir, dando un paso hacia el frente—. Deja a Damián, es tu propio hijo.
Mi angustia crece, cuando veo que su rostro se mantiene imperturbable. Doy otros pasos, hasta llegar al borde de las escaleras.
—¡No te acerques más! —grita, aplicando más presión al arma—. No podrían entenderlo, ninguno de ustedes puede.
—Él trató de matar a sus propios hijos, al igual que ahora usted.
Alzo las manos al frente, intentando hacerle ver su error. A pesar de eso su mirada sigue implacable.
—Ninguno de ustedes lo entiende, ¿no lo ves? Somos iguales.
—No, yo sé que usted es diferente. Hablamos, compartimos tiempo juntas. Usted es una buena madre, ¿qué está haciendo?
—¡Cumplir mi promesa! —espeta, volteando a ver a Donovan.
También lo observo, demuestra una expresión tranquila y sonriente, como si le hubiera dicho algo que lo aliviara profundamente.
—¿De qué habla? —cuestiono, confusa. Volviendo la mirada a ella—. ¿Qué promesa?
—La de tenernos el uno al otro en las buenas y las malas. Este país avanza hacia un buen camino, nos ha costado hasta la humanidad lograr eso, ¿pero hasta cuando será? Nunca podremos entender hasta qué punto Westallis querrá mantener la paz. La única forma de garantizarla es tomando el control de todo. Decidimos ser los malos y vivir un tormento para que los demás, ustedes... Las futuras generaciones puedan vivir buenos tiempos. Y nos prometimos algo el uno al otro, pase lo que pase no iremos a prisión.