Capítulo 11

330 38 29
                                    

Anya.

—¿Anya? ¿es que acaso...?

No termina la frase, lo que hace es correr lo más rápido que puede hacia ella.

—Espera Damián... —musito, elevando una mano en su dirección.

Puedo notar la desesperación con la cual se acerca hasta llegar a la camilla. Maldición.

—¿Anya? ¡¿Qué te sucedió?! —exclama, me acerco lo más rápido que puedo a él. Veo que unas lágrimas amenazan con salir de sus ojos.

—Señor, esto, yo... no creo que...

Ni siquiera logro formar una palabra, no sé qué decirle. Tampoco parece importarle si digo algo o no, está sumergido en sus pensamientos, es más ni siquiera me ha escuchado.

Siento una sensación horrible, no sé si es por tantos recuerdos que atraviesan la mente de Damián o por la escena que tengo frente a mí. Él está desesperado intentando encontrar una respuesta.

—¿Qué te ha sucedido? —musita, con la voz temblorosa—. ¿Quién te hizo esto?

Voltea a ver hacia todos lados, intentando encontrar la respuesta. Pero sólo observa los monitores de signos vitales, cada vez están más bajos.

—Debemos irnos de aquí —digo, tomando de su mano. Él ni siquiera se mueve.

—No, déjame —espeta, sin poder apartar la mirada de ella.

¿Qué es este sentimiento tan horrible? Es como si sólo tuviera ojos para ella, ¿por qué me siento tan vacía? ¿Por qué quiero que vuelva a centrar su atención solo en mí? ¿Por qué quiero ser así de egoísta?

—Damián. —Me acerco hasta tomar su mano, entonces me observa por un momento a los ojos, aunque la desesperación está reflejada en ellos—: escucha, esto no es lo que parece.

—¿Entonces que es? —musita, presiento que puede llorar en cualquier momento, a pesar de intentar no hacerlo—. Por que yo ya no entiendo nada, ¿quién le hizo esto? ¿Por qué está tan mal?

Me suelta, después se vuelve de nuevo a ella, trato de tomarlo del brazo para que se vuelva a mi pero es inútil.

—Vamos por ayuda, no podemos dejarla aquí en estas condiciones —digo, lo más bajo que puedo.

Al fin y al cabo soy incapaz de decirle la verdad, sigo siendo una mentirosa.

—Espera —susurra. Me quedo asombrada al ver como la chica mueve lentamente unos dedos—. ¿Anya? ¿Puedes escucharme? —pregunta.

En ese momento la chica abre los ojos, doy un paso hacia atrás al ver el enorme parecido que tenemos, es verdad somos iguales.

—¿Damián? Entonces así es como te llamas —murmura, apenas puede entablar las palabras.

—Anya —se apresura a decir Damián. La toma de la mano y la aprieta fuerte—. No hables, guarda tus fuerzas, te sacaremos de aquí y vas a recuperarte.

—No, yo ya no tengo salvación, sólo guardaba mis últimas fuerzas para despedirme.

—¡No digas esa clase de tonterías! —exclama, esta vez si saltan algunas lágrimas de sus ojos—. No puedo perderte ahora que por fin te encuentro, después de tantos años de buscarte.

No sé qué sigue siendo esta extraña sensación, es una mezcla de sentimientos removidos por ver a una chica en esas condiciones y a Damián sufriendo de tal manera por ella, pero ¿por qué no puedo detener estos momentos?

—No me perderás —asegura ella, lleva una mano a su rostro y demuestra una mínima sonrisa—. Me hubiera encantado que también hubiera existido un Damián para mí, que se preocupara por mi estabilidad y fuera así de sincero respecto a sus sentimientos. Pero puedo morir en paz con este momento, hay alguien que se preocupó por mí.

Por ahorrarme un te quiero (Damianya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora