Anya.
Por primera vez no pude contener las lágrimas al entrar al apartamento en que me quedaría. Todo lo veía borroso por las lágrimas acumuladas en mis ojos. La verdad era que lo amaba, joder. Estaba profundamente enamorada de Damián, por mucho que había intentado negarmelo, al final había terminado sucediendo.
Y ¿Quién se cree que es para decirme tan descaradamente que no se podría olvidar de mi? Me hace sentir como una completa egoísta por estar renunciando al mismo amor que siento por él...
Una vez que me encuentro ya en el sofá del apartamento me doy la libertad de soltarme en llanto, no solo por lo sucedido ahora, sino por todas las lágrimas que antes quise derramar y no pude. Tengo derecho a pasar la noche antes de mi boda como yo quiera... o bueno al menos eso creía hasta que logró visualizar unos zapatos frente a mí, por un momento pienso que se trata de Damián pero no es él. Su mirada imposible de descifrar se fija en mi, así es mi padre tan enigmático como siempre.
—¿Qué sucedió? —pregunta, colocando una mano sobre mi hombro.
Como puedo me limpio las lágrimas con el dorso de mis manos e intento aclarar la voz.
—Nada, es sólo que se siente raro que de nuevo tendré que renunciar a esta vida. Que no volveré a ver nunca a Damián...
—Estaremos seguros en Westallis. He preparado el plan de contraataque una vez que el territorio vuelva a ser nuestro. Sé que te duele, pero es por el bien de muchas personas.
—Lo sé... es solo que a veces me duele ver hacia el futuro y saber que no tengo nada planeado. Todas nuestras vidas siempre han girado al rededor de la paz mundial y eso me hace feliz, estoy muy emocionada por tener de nuevo a mamá y a ti conmigo pero siempre siento que me falta algo.
—Buscaremos la manera de que vuelvas a ser feliz, te lo prometo —asegura, poniéndose de cuclillas frente a mi—. Una vez que firmes los documentos ya habrá acabado tu papel en esta misión, ya tenemos toda la ruta de escape preparada.
—Gracias papá —digo, aún con la voz quebrantada. En el momento me entrega un broche de cabello color verdad limón.
—Es un micrófono —me aclara—. Demetrius Desmond y sus abogados vendrán pronto, así podré escuchar la negociación. Estaré en tu recamara atento a cualquier cosa.
Me da una sonrisa, después se pone en pie. He notado que vuelve a lucir un arma en la cintura preparado para cualquier situación.
Me da un apretón en el hombro antes de alejarse a mi habitación, es entonces que me coloco el broche en el cabello y trato de retocar el maquillaje lo más que puedo en el espejo del baño. No tuve tiempo para llorar lo suficiente, pero si para reunir las fuerzas que me hacían falta porque las chicas nos volvemos más fuertes después de llorar. Y yo iba a necesitar la fuerza de un super héroe para enfrentarme al villano más terrible que había conocido. Demetrius Desmond...
Tan solo una hora después alguien golpeó la puerta dos veces. No necesitaba pensar tanto para saber que se trataba de su majestad. Y si lo comprobé una vez que abrí la puerta, ahí está con una sonrisa que podría parecer carismática pero sé que por dentro es una sonrisa diabólica, como si fuera el mismísimo demonio. Esta vez viene acompañado de dos tipos con traje negro tras de él, aparte de sus guardaespaldas que deben estar cuidando su auto. Estos deben de ser sus abogados...
Sus abogados, ahora que lo pienso... papá y la señora Sylvia dijeron que un abogado revisaría el traspaso de posesión pero no está aquí, ¿será que se les olvidó ese detalle?
—¿Podemos pasar? —cuestiona Demetrius, una vez que nota que han pasado unos segundos y me he quedado helada.
—Sí, adelante —les digo, dejándolos pasar. Cierro la puerta y escucho como a mis espaldas saludan a alguien.