Capítulo 12 Te extraño

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-Una sorpresa preciosa tenerte aquí mi niña- su majestad seguro la había extrañado, como todos la extrañamos una vez que la conocemos.

-Lo mismo puedo decir, es mi más grande alegría volver a estar en su presencia- aun después de una mala noche, violette se reclinaba con gracia sobre la mesa del comedor en una corta reverencia y le mostraba a la reina su más falsa sonrisa convenciéndola de su estabilidad.

Mientras seguían en los parloteos matinales, fuimos convocados los sirvientes a una reunión en la cocina y aprovechando que preparábamos los platos para llevarlos a la mesa, una dama de moño alto y vestido violeta se acercó a todos extendiendo una invitación.

-Por la llegada de Jerome, hijo del Duque Alphonse, se celebrará un baile- escuche decir al rey tratando de acallar aquellas damas de la corte -Madam Violette, sus más preciosas mujeres deberán participar en la fastuosidad dentro del gran salón, donde músicos y licores aligerarían el ambiente- eso termino de atraer a ella todas las recelosas miradas de aquellas que la veían como un peligro inminente al ser de la reina su favorita.

-Sera un placer para ellas atender a sus invitados majestad-

"Ahora sí tendrá un pretexto para no separarse de ella" pensé yo, pues seguramente ese tal Jerome haría de la Madam su invitada de honor.

Me acerque a Violette con el plato en mano, dispuesto a que comiera algo dulce que le aligerara el ácido que seguro aun le requemaba el estómago, pero una de las damas de la corte, abrió su silla simulando ponerse en pie, provocando que un trozo de fruta cayera sobre el vestido de mi Madam, tome enseguida la servilleta de algodón tratando de arreglar mi desastre, en medio de aquel escándalo que armaron revoloteando todas, pero ella opto por disculparse y partir de nuevo a la soledad de su habitación.

Me disculpe con su majestad por el incidente cometido, pero al ser yo amigo de Violette no armo mayor escándalo al respecto y pude retirarme.

-¿Puedo pasar?- pregunte más tarde antes de entrar al cuarto de Violette

-Adelante- justo terminaba de asearse y dejar el pañuelo húmedo sobre la orilla de la cama

-Perdón por lo de hace rato en la mesa-

-No fue la gran cosa- dijo algo decepcionada -pensé que habías entendido mis indirectas- le miré completamente extrañado siendo ajeno aquellas supuestas señas que me hubiera hecho -es que no encontraba yo como saltarme esa sobremesa tan aburrida, todas las damas de la corte le limpian los pies con la lengua a la reina hablándole de sin sentidos-

-Su reencuentro se vio interrumpido por ellas, es normal que las odies ya- me acerque a la cama donde estaba el pañuelo con que había intentado arreglar la mancha en su ropa y lo tome como una especie de timón que me mantuviera atado al barco que navegaba en aquella conversación –debes entenderlas, eres una amenaza, la favorita. Quieren quitarte del camino-

-Como si fuera yo a quedarme aquí por siempre-

-Ellas no saben de tus insensatos pensamientos- a pesar de que sonreí no me sentía para nada contento -en fin, me han entregado esto- dije estirando el trozo de papel con el sello real –ya mandé a un mensajero al hotel, Nadine seguro se encargara de lo demás-

-¿La fiesta he?- solo abrió la carta para estar segura, por mero protocolo -¿y sabes a quien han invitado?-

-Es una fiesta del rey, seguro a todo mundo- nos quedamos un rato más en silencio, mientras yo veía como deslizaba sus ojos entre los renglones de tinta –Violette...-

Ella despego sus ojos de la carta y su mirada me parecía una súplica –dime...- indicó acercándose hasta mí.

-Bueno, Violette...- me estaba sintiendo un estúpido, un cobarde mirando hacia otro lado -Lo lamento- dije casi como un grito, incluso provocándole un sobresalto. Sus brazos me sorprendieron cuando los sentí siseando en mi espalda hasta llegar a mis omoplatos, que ella uso como apoyo para elevarse en puntillas y dejar un beso en mi frente.

-Que lento eres- me reclamo regalándome una sonrisa –me asustaste-

-Quiero saber si es que tu...-

Y aquel lapsus de valor que tuvo mi alma se vio interrumpido por el sonido de la puerta, que reclamaba fuera abierta por alguien.

-¿Violette?- y que otro si no aquel que tanto comenzaba a odiar.

-Pasa Jerome, estoy acompañada- en cuanto deslizo la puerta y me mostro esa sonrisa socarrona sentí como el desayuno quería volver por el amargor que apareció en mi garganta –no te he visto esta mañana- dijo con naturalidad, queriendo que Jerome no preguntara sobre sus manos que antes estaban en mi nuca.

-Tuve que salir a conseguir esto- un hombre poco más anciano cruzo con una caja en mano, envuelta en seda, muy ostentosa para mi gusto –¿nos dejarían a solas por favor? -

No pude oponerme, no quería volver a avergonzarla, no cuando me miraba algo preocupada –estaré esperando afuera por si me necesitas- cuando pasé al lado Jerome clavo su mirada en mí, retándome ya que parecía obtener ventaja, pero no caí ante aquella provocación, en gran parte porque hacia tan solo unos minutos, Violette me tenía entre sus brazos.

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora