Capítulo 20 Negociemos una tregua

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-Agradezco como cualquiera la invitación de un noble de igual estatus, pero a pesar de mi mucho agradecimiento quisiera, Edmond, que no andemos por las ramas-

-No es mi intención que ninguno de los dos pierda aquí su tiempo Jerome, estas aquí porque muy a mi pesar, no puedo obtener lo que deseo en este momento. Necesito tu ayuda, no por ser un noble, por ser tu nada más-

-En ese entendido entonces me permitiré ser más directo, vine en tu auxilio solo porque se trata de ella. Eh escuchado que ahora sale con el criado de su posada ¿Es por eso que te alarmas? ¿Acaso quieres que me deshaga de él? -

-Se bien como trabajan los perros de la Reina, todo mundo habla sobre el papel que desempeña el Duque Alphonse...-

-No permitiré que hables mal de mi padre, no vine aquí por eso- Jerome no era un hijo adoptivo, era sangre y hueso del Duque, si alguien sabia de los favores que su padre cumplía para la corona era él, pero no permitiría que nadie lo juzgara por ello –fuiste tú quien me llamo ¿No deberías entonces agachar la cabeza? -

-Un mimado como tú no debería hablar así a sus mayores- eran dos perros encerrados en un corral persiguiendo una paloma, hombres temperamentales, ambos, cabezas huecas y orgullosos. La tensión era mucha, se perdían del objetivo, siendo Edmond más maduro, se limitó a acomodar su chaqueta y su cabello para enderezarse en su asiento –no es por eso que te busque- dijo tras suspirar.

-También dicen en las calles que le robaste al Conde Didier ¿Es por eso entonces? -

-Se bien que tienes experiencia robándole al Conde, pero no, no es en esencia por eso- se recargo en su silla, intentando que aquello que dijera le sonara lógico –hable con Violette hace algunos días, no era consiente yo de la deuda tan grande que tenía con ella-

-Todo el mundo lo era, excepto tú, ni siquiera mi compañía en aquellas paredes era suficiente para borrar la amargura de su mirada-

-Entonces hablaba de ti- reflexiono Edmond para sí mismo recordando aquella platica donde caía en cuenta de haber perdido a su amada –eso no es asunto mío ahora, si eres consciente de lo que el Conde le arrebato a Viole entonces esto será más fácil-

-Yo vi con mis propios ojos como succiono su vida y esperanza cada día desde que llego, sus libros y yo éramos la única cosa que la podía hacer sonreír, pero la felicidad nunca duro más de un día-

-Como hablamos de ti haciendo un bien a la mujer que amo...-

-Que amamos- aclaro Jerome

-Omitiré la rabia que siento de no haber sido el tú de aquellos días- sí, la cara se le tensaba denotando su prominente quijada queriendo marcar diferencia entre un poder y otro –el cuadro detrás de ti, es esa terrible imagen a la que Viole teme tanto-

Jerome no tuvo decoro alguno, se puso en pie dejando de lado la taza de té, levanto la cortinilla y se sintió poco menos que asqueado al ver de lo que el Conde fue capaz –ojalá la hubiera sacado antes de ahí-

-Lo que cualquiera de nosotros pudo haber hecho por ella ya no importa, solo lo que se puede hacer ahora-

-¿Por qué no te has desecho del cuadro?-

-Porque no soy su dueño, ni Didier, no soy quien aparece en esa pintura y no tengo el alma para deshacerme de uno de sus retratos aun en tan desafortunadas circunstancias-

Jerome rio resoplando -quieres que lo lleve con ella ¿Verdad? - se giró para ver como el otro le asentía con la cabeza –ni loco, quieres que ella me odie por recordarle esto, poner piedras en mi camino, eso quieres-

-Tú mismo lo dijiste, ya está con otro, ninguno puede ganar o perder nada con esto-

Si, tenía razón, el corazón de la dama Violette tenía un nombre escrito en el, nombre que ninguno de sus padres había pronunciado, el nombre de un extraño. Esto podría ser para ambos una manera de redimirse, un alivio de sus culpas.

-¿Cómo se supone que llegare a su hogar con esta sombra a cuestas?-

-Debes convencerla de venir, mientras hablamos, que la servidumbre lo suba a su carruaje, no ignorara lo que se lleva, incluso puede destruirlo aquí mismo si lo desea, pero no me arriesgare a que alguien más lo vea, te lo he permitido porque eres también parte de su vida, pero si un extraño haya afuera la viera...-

-Entiendo...-

Eso fue lo único que le dijo Jerome antes de salir de la habitación, avanzo fuera de aquella finca sin sentir el sol cayendo y reflexionando como evitar todo lo que estaba por pasar, pero su rival tenía razón, no podía darse el lujo de actuar sin que ella lo supiera y las noticias corrían rápido.

-Mi madam- dijo Nadine cruzando por el umbral de la habitación principal, acercándose a susurrarle al oído mientras se le colgaba del brazo –hay un apuesto mozo en la entrada preguntando por ti-

-He dicho que el hijo del Duque...-

-Antes de que grites, permíteme aclarar que no se trata de Edmond, este es más mi tipo- rio antes de salir del cuarto y al rato volvió solo asomando la cabeza –pero date prisa, las tiene a todas encantadas-

-Jerome- se respondió Violette antes de tomar su falda larga y bajar corriendo por las escaleras.

Encontró al joven acomodando un mechón de pelo de la morena que le sonreía fingiendo gracia hacia sus halagos. Pero este se detuvo vehementemente cuando cayó en cuenta de su silueta próxima.

-Es la primera vez que vengo- le dijo con las mejillas aun rosas.

-Y espero que sea la última- dio un barrido rápido con la mirada y alerto al resto de las mujeres para que se alejaran de ahí –no crean en el oro que le cuelga del cuello mis niñas, es un ladrón- Violette le sonrió y lo tomo del hombro para intentar guiarlo a su cuarto de apuestas antes de sentir su oposición a avanzar.

-Siendo sincero, me gustaría que vinieras conmigo, lo que tengo que decir, no puede quedarse en estas paredes-

-Me asustas con esa cara tan siniestra ¿Acaso has matado alguien? - Jerome no le sonrió, su chiste no le hizo ni un poco de gracia, lo que era totalmente extraño para él –anda ya ¿Qué puede ser así de malo? -

-Por favor, ven conmigo- Jerome le estiro la mano y su cara lo dijo todo, era serio, un asunto de verdad grave.

-No puedo ir sin él- esto no le hizo gracia al invitado -si quieres que te siga al fin del mundo, lo hare, pero Adrien vendrá conmigo-

Así entonces, resignado, Jerome nos montó a ambos en la carreta y emprendió camino a la finca del Duque Alphonse, vía que gracias a Dios Violette no conocía, se perdió disfrutando de la larga fila de pinos al lado del camino y de los matorrales de rosas junto a las bardas de la finca, incluso se detuvo al pasar por el establo, porque la biblioteca del joven amo, estaba separada del edificio principal.

Pero que no conociera el camino no impediría su reacción al ver quien era su anfitrión, frente a la puerta estaba de nuevo su gran pasado, su grand frére, también asustado.

Cuando le tendí la mano para ayudarle avanzar, no hizo salvo dirigir la mirada iracunda a Jerome -¿Qué significa todo esto?-

-Debemos irnos- le secunde rápidamente, pues el corazón algo me advertía.

-No te he traído aquí sin una buena razón- Edmond bajo algunos escalones y estiro los brazos para intentar detenerla, pero los quite con desdén y ferocidad.

-Si le tocas un solo cabello- amenace

-No debiste traer a su perro- se le escapó el comentario rumbo a Jerome –no sabe comportarse- reí muy molesto antes de asestar el primer golpe en la mejilla de mi acusador.

Violette y Jerome intervinieron cuando ambos empezamos a chocar y la sangre a caer -¡maldita sea!- ella se aposto entre ambos intentando contenerme –Jerome... o me dicen ambos que hago aquí o yo seguiré con su trabajo y los moleré a golpes-

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora