La tarde estaba terminando y ella no paraba de leerme, completamente ajena al frio que soplaba el manto celestial atrayendo la noche. Estábamos en nuestro lugar, aquella esquina alejada en el jardín del Conde que rodeada de rosas nos ocultaba, acunando nuestro deseo de estar juntos.
-Léa- dije tomando el libro tan pegado a su cara para que me prestara atención –deberías irte de una vez-
Cuando dejó de estirar la mano para arrebatarme su lectura, fue que miro alrededor y noto lo mucho que había pasado conmigo –era la mejor parte...-
-No deberías hacer un berrinche, mañana nos veremos de nuevo-
-Mañana no puedo- estaba triste, triste desde que me conto que el Conde mismo pintaba su retrato.
-¿De nuevo?-
-Debo quedarme todo el día dentro, esperando a que se le antoje terminar- se abrazó a sí misma, quizá por el frio que comenzó a hacer –ya no quiero estar con él, me da miedo-
Léa no tenía miedo, no lo creía yo algo posible, así que para escuchar aquello, algo muy serio debía estar pasando -¿A qué has de tener miedo?- le retire la mano del pecho y la tome entre las mías para darle algo de mi calor –eres la consentida del Conde y tienes miles de estos- sonreí volteando a ver el libro -¿No tienes todo lo que deseas aquí?-
-Alguien como tú, probablemente no entienda bien lo que deseo- su mirada era muy sincera, no podía seguir ignorándola, lanzaba un vistazo a mí boca y luego cuando lo notaba, se desviaba con nerviosismo.
Yo también tenía miedo, de que advirtiera lo mucho que deseaba corresponderle, pero como ella decía, alguien en mi posición, no podría darle nada lo suficientemente bueno.
-Entonces te veré mañana en la noche, traeré de nuevo mi telescopio ¿Quieres? - ella me sonrió, se soltó de mí y la vi alejarse sosteniendo su gran falda.
Siempre era un problema sacar a hurtadillas aquel vejestorio, pero no dejaba de hacerlo cuando ella se ponía así, sabía que se sentía más segura luego de imaginar su alma en la lejanía del cielo.
Me dejé caer de nuevo sobre el pasto, sacando de golpe todo el aire de mis pulmones, estaba muy enamorado de ella, "Dios" dije sonriendo y cubriéndome los ojos, no sabía yo que podía quererla tanto.
El día siguiente trascurrió sin novedad alguna, mis clases de esgrima y escritura salieron bien. El paseo a caballo y la hora de la comida. Pero algo me disgusto de aquella mañana. Un presentimiento que me erizaba la piel del pecho, que se expandía hasta mis muslos y me provocaba ganas de torcerme el cuello.
-¿Todo está bien?- pregunto mi padre, llamando la atención de mi mirada confusa –te noto algo distraído mientras platicamos- no lo había notado, pero ambos salimos a caminar al jardín, lo estaba siguiendo por inercia mientras esta sensación me recorría y yo trataba de averiguar por qué.
-Perdóneme, no es nada de qué preocuparse- sonreí apretando los labios -¿Qué me decía?-
-El rey me convoco al castillo, debemos partir mañana temprano, duerme bien esta noche para que mañana prestes más atención-
-¿Querrá otro favor?- pregunte haciendo comillas
-Espero que no, me hago viejo y mi reputación se extiende, antes de morir tengo que conseguirte una buena esposa para que me vaya en paz, y no pasara si los chismes siguen siendo malos con nuestra familia-
-No debe preocuparle eso- Léa vino de inmediato a mi mente
-Cuidado hijo mío, tienes ojos de enamorado-
Mi padre era bastante permisivo conmigo, teníamos una especie de acuerdo, yo debía cumplir cabalmente con mi formación y a cambio él me dejaba ser feliz. Lo que implicaba salidas por la noche o bailes continuos en la finca. Cosas que nos habían dado a ganar una reputación de libertinos. Me reí mientras él dio media vuelta consintiendo que me perdiera más en los recuerdos de aquella mujer hasta la hora de nuestra cita.
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Violette
RomanceDicen que su tatarabuela era bruja, porque sabía de hierbas y era mujer de ciencia, que su abuela seducía marineros en los puertos de Venecia a cambio de licor. Y su madre, bueno que decir de su madre, era una mujer de poca paciencia que atendía por...