Capítulo 39 Y Dios dijo "hijo pecador, ya no escuchare tus plegarias"

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Pueden tus memorias salvarte de momentos desdichados, darte fuerza inimaginable y valor en situaciones donde te creías perdido, ser motor de tu andar y vereda, pueden ser tus recuerdos largas condenas, mareas hostiles y visiones temblorosas, mentiras que te protegen y lancetas que te atraviesan.

Si mis memorias pudieran abandonar mi cabeza, cuan bendecido seria. La chispa en la punta de mis dedos que guardaba la suave sensación de su piel algodonosa y el atlas en mis ojos de los lunares que le adornaban la cara. A estas alturas de la vida, el aroma de su almohada se había esfumado y la silueta de su cuerpo al dormir ya no podía percibirla, lo único que me quedaba para recordarla era esta reminiscencia.

-Nunca ha sido una casa pequeña y siempre está llena de gente, pero ahora parece que las leyes del mundo no se aplican, la posada se ha hecho enorme y las voces se atenuaron al punto que parece sola-

Como muchas otras veces antes, Nadine me descubría sentado en el balcón observando el firmamento, pensando que mi Madam estaba bajo el mismo cielo que yo y por ahora, eso era lo suficientemente cerca.

-Si la montaña perdiera uno de sus pinos el mundo no lo notaria, si alguien como Violette desaparece la montaña se movería para buscarla... es muy curioso como dices, que nos sintamos tan desolados, estando sanos y bajo un techo-

-No imagino cuanto has de extrañarla, si de solo pensarla un poco se me hinchan los ojos-

-A Violette la extrañan los perros callejeros que alimentaba, la extrañan los condes y las mujerzuelas de los otros burdeles ¿Cómo no ibas a extrañar tu a tu madre y yo a mi mujer? -

La casa incluso parecía molesta por su ausencia, los escalones empezaban a rechinar de a uno, los muros se descolorían y mis botellas de licor se vaciaban rápido.

Todo lo que existe está destinado a desaparecer en uno o cien años, eso siempre lo tuve claro, pero sobre mi cadáver se vendría abajo este pequeño mundo.

-Si continúo rezando tal vez ella vuelva-

-Entonces reza por nosotros también, para que no vayamos a ningún lado-

Reforcé los escalones con clavos y mandé traer en barco nuevo licor, lo que no me atreví a tocar fue el color de las paredes, era el color preferido de mi Madam, el rojo exacto de su sangre.

Después de los resarcimientos, de atender a los clientes y ordenar el lugar, dedicaba un instante cada noche para cerciorarme de vivir tal como ella lo deseaba. Estaba sano, comía muy bien y cumplía con mi trabajo al pie de la letra, además de asegurarme de mantener mi corazón intacto; porque si una de esas noches en que pensaba en ella el órgano no aceleraba marcha en sus latidos, entonces significaba que ya no tenía corazón y si no lo tenía no había forma de que pudiera amarla, y si no podía amarla era porque había muerto.

Pero cada noche me descubría aun vivo y enganchado a mi amor por ella, entonces me dejaba ir en paz a ese lugar donde volvíamos a estar juntos hasta que el alba me recordaba que eran solo sueños.

-No soy tan buena con la aguja, este vestido ya no tiene salvación- la falda azulada que había tendido Nadine sobre la mesa, era su favorita, iba con el color de sus ojos y no había dejado que el tiempo se la arrebatara -fue el primer vestido que la Madam me regalo- confeso haciendo puchero, resignada a que sus habilidades no eran suficientes para recuperar lo perdido

-Bueno, es que ya tiene mucho tiempo contigo y el hombre de anoche estaba muy ebrio para medir su fuerza- tanto que no malintencionado le arranco uno de los olanes -busquemos tela parecida para un nuevo vestido- mientras Violette no estaba, Nadine y yo nos habíamos convertido en pilares del otro, ambos compartiendo nuestro peso por su ausencia; yo no sabía tejer, muy apenas llegue a remendar una camisa en mi vida, por eso, ofrecerle un sustituto fue lo primero que se me ocurrió, olvidando por completo el valor sentimental que tenía para ella.

Eso provoco que llorara algo frustrada, cansada ya esta situación tan tonta -todo es culpa de Violette- pocas veces la había yo escuchado pronunciar el nombre de la mujer, a quien solía ver endiosada hacia arriba desde el último peldaño de las escaleras -ella debería estar aquí arreglando esto- golpeo la mesa con sus puños, aunque pequeños, con la fuerza suficiente para derramar la leche y ensuciarlo todo.

-Nos acostumbramos mucho a ella- dije agitado mientras levantamos la falda sobre nuestras cabezas, pero el daño estaba hecho -cuando vuelva tiene que encontrar a una Nadine autosuficiente y a un Adrien confiado-

Ella junto todo con sus manos y lo apuño en su pecho con los ojos hechos agua y sorbiendo con su diminuta nariz -deberá comprarme otro vestido entonces, solo así voy a perdonarla-

-Si ese es su precio-

Una voz avejentada vino desde nuestras espaldas, el alargado sujeto bien vestido se acomodaba el cabello retirándose el sombrero, era el mismo mozo que hace tiempo acompaño a Edmond para tener su primera cita con Violette.

-El lugar esta lleno, no hay camas y no es hora de para comprar licor, por favor, váyase- su presencia me inquietaba, ya que sus ojos amarillos y cansados no eran buen augurio

-Mi deber es encontrar a Mademoiselle Nadine, criado, no interfieras-

-Es un viejo engreído y grosero, ni él ni nadie en esta casa va a recibirlo- a pesar de que era ella a quien buscaba, Nadine se plantó firme enfrente de mi señalándole la salida al sirviente

-Créame... Mademoiselle- dijo esto último con voz burlona -respirar estos aires me enferma, pero mi señor esta desesperado, no encuentra cura para sus males-

-Los males que aquejen a tu señor pueden refundirse en las esquinas del infierno-

-¿Y los males que aquejen a Madam Violette los acompañaran?- estiro para Nadine un rollo de papiro, ella no me dejo leerlo, pero palideció con cada línea que sus ojos recorrían, algo malo le ocurría a Violette, esa era toda la noticia -esperare fuera, no tarde-

Nadine se limitó a asentir, subió las escaleras con desespero y tomo su chal para cubrirse los hombros -tengo que ir a prisa- me dijo agitada bajo el borde de su puerta -son malas noticias, está enferma-

-¿Enferma?-

-No dicen porque o desde cuándo, me prevendré pensando lo peor, pero deseo que este exagerando, me pide que vaya a verla para hacer que mejore-

-Estaba bajo el cuidado de Edmond ¿Cómo pudo enfermar tan gravemente? -

-Se que me ocultan algo Adrien, pero no puedo ir con dudas, no cuando esperan que sea la solución para la Madam, llegando haya buscare la forma de informarte, ahora mas que nunca has de ser paciente- no se si me quedaba tanta fuerza

-Tenemos suficiente dote, las mujeres no trabajaran y no se abrirán las puertas hasta que sepa de ti nuevamente, ve con la cabeza despejada, yo me ocupare de todo aquí afuera, solo... -y esta era una carga muy pesada para ella -no dejes que nada malo le pase ahí dentro-

-Con mi vida que ya le debo- me acerco por la nuca y puso su frente sobre la mía -hare que vuelva o moriremos juntas-

Eso fue una espada en mi cabeza, una imagen terrible en verdad -seguiré aquí, dile que sigo aquí, si quiere golpear a alguien, si lo que necesita es quien cargue sus culpas...- respondí bajando con ella las escaleras y viendo el polvo de la carroza a lo lejos -¡yo seguiré aquí!-

¿Y que más podía hacer? Aunque el deseo de colgarme de los bordes de aquel carruaje para llegar a ella me rebosaba, no era algo que pudiera considerar, si el mismo dios se acercara a mi oído y me incitara a buscarla no podría mover mis pies. Mi Violette era el diablo y mi alma se la había ofrecido, si ella decía "muere de pie" el sol haría lo suyo despedazando mi carne y la sed inundaría mi boca y mi lengua seca no pediría perdón. Si Violette no me quería cerca, no había nada en el mundo que pudiera hacer que desobedeciera. 

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora