Capítulo 27

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Escena 1: El síndrome del impostor bebe ron con la frustración

-¿Quién eres?- le preguntaba -¿De dónde vienes?- estaba él devuelta en aquella tormenta en el callejón olvidado donde la encontró, pero ella, no era más ella, tenía un vestido rojo como la sangre que se derramaba de su rostro y la mirada más compasiva que le hubiera dado alguien, era él un perro de la calle al que le habían arrojado agua hirviendo y que ahora se diluía con la lluvia sobre su cabeza. Violette no le reconocía y se alejaba tras subir a su lujoso carruaje acompañada por quien fuera su esposo.

El corazón lleno de cólera y tristeza le jugaba en contra al darse cuenta tras su apresurado despertar, que la mujer del sueño seguía reposando a su lado, tres amaneceres se habían cumplido de haberle recuperado, pero aun así no obtenía calma. Él se giró a mirarle el perfil para notar si su pesadilla la había despertado, ella no se inmuto. Se acomodó las cobijas de nuevo y se quedó contemplando el techo esperando que la mujer despertara. El brazo aun le dolía, pero solo noto su condición cuando lo puso frente a sus ojos, su piel ya no sería la misma, podía ver a través de su vendaje la imagen de la carne viva y esperaba no perder el brazo "¿Todo por esta mujer?" pensaría yo si estuviera en su lugar.

Aquella insinuación debió salir de su boca pues ella abrió los ojos aun cristalinos por tanto llorar y se estiro sobre la cama sorprendida de que su pareja ya tuviera rato viéndole. Se acercó a él y deposito en la frente un beso para ponerse de pie y traer lo necesario para la curación, si bien los médicos tenían sus modos, Violette confiaba en el poder de las hierbas y las usaba constantemente para aliviar sus males. Una vez que termino de cambiarle los vendajes y señalar lo bien que parecía curarse, le despeino el pelo y lo dejo solo a la compañía de sus miedos para prepararse.

Los días estaban siendo lentos, los desayunos muy largos y las tardes muy cortas antes de volver a dormir, seguían avanzando de manera monótona mientras aquello dentro de su pecho crecía, las costillas se le ensanchaban a medida que la piel de su antebrazo se volvía cicatriz y al centro de la caja torácica dolían los huesos por el tronar de su corazón dolido.

La mujer no tardo más de diez lunas en notar como la cama se ponía fría, pues su hombre prefería posarse largas horas frente a la ventana y el suspiro nocturno, iluminado por la madre de todo, queriendo sanar. Pero este hombre necio no confiaba, no podía exponer sobre la mesa aquel aquejo que le obligaba a ponerse de cuclillas varias veces al día. No podía ese malestar salir de él y obtener vida porque entonces lo derrumbaría todo.

Una vez más volvía en la madrugada a ocupar su puesto, creyendo que la mujer no había abierto los ojos en toda la noche, siendo que le vigilo y fingió estar dormida hasta que el cansancio lo venció y volvió al lecho.


Escena 2: El síndrome del impostor fue acusado de homicidio

El escenario fue la cocina, Nadine había notado la tensión entre los dos y prefirió dejarlos solos, ella le expuso entonces su corazón agrietado, diciéndole que se sentía abandonada aun estando a su lado, su cabello estaba reposando de costado así que lo acariciaba lentamente usándolo como un hilo de salvación para no detenerse en medio de aquella declaración.

El acusado negó los cargos, dándole la espalda temiendo que viera como le temblaba la carne del rostro, proclamo fuerte y claro que se trataban de injurias y que aquello era una completa exageración provocada por el trauma. Pude oír como se le rompía el corazón, sentí lastima y llore, pero no era mi comportamiento campesino lo que se esperaría de esa mujer, ella, estiro su columna al cielo, acaricio una vez más su cabello y le pidió al bien amado que reconsiderara en soledad su respuesta, tarde fue cuando este volteo buscándole y noto que había salido de la habitación, entonces el dolor le volvió al pecho.

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora