Capítulo 22 La virgen de carmín

0 0 0
                                    

Fue un demonio, un poder sobrenatural o el efecto mecha, lo que evaporo mi alma aquella noche. Un dolor incómodo y una presión abrumadora se expandieron por mi pecho hasta los hombros y el vestigio de mis alas se tensó por la fuerza.

La ropa me ardió sobre la piel que ya quedaba sin grasa por el calor, pero había un mar cayendo de mi frente al piso, lo había planeado muy bien, tan jodidamente bien. No pude entrar rápido, pero pude escuchar las botellas estallar de a una, en secuencia de muerte.

Mi amada Violette se convertiría en cenizas, polvo y ya. La fuerza no me daba, la conciencia tampoco, estaba en la peor de mis pesadillas con el crescendo en mis oídos.

-¡Violette!- gritaba con la garganta en las manos mientras pateaba la puerta de aquella habitación con la fuerza de una estampida -¡Violette!- una vez más -¡Violette!- reventó, las llamas salieron con las fauces dispuestas a engullirme tanto que sentí despellejarse mi antebrazo cuando alcance a cubrirme la cara.

Ella no tenía llama alguna en la ropa solo la nariz llena de hollín y ese condenado cuadro ardiendo frente suyo, todo lo que aún se contemplaba eran sus labios retorcidos de tristeza. La tome con la fuerza que me quedaba y baje las escaleras para tumbarnos sobre el camino.

El fuego siguió arrasando todo dentro de aquella habitación por lo que parecieron vidas, pero se detuvo antes de tomar las escaleras. Un milagro, eso dijeron. El marco de aquella pintura había sido tan grueso, que cuando cayó al piso impidiendo el paso del fuego, le regalo a Dios tiempo para salvar nuestro hogar.

-Debes dejar que el doctor te revise también- no quise separarme de la cama, a pesar de que la adrenalina estaba bajando y empezaba a notar el picor del brazo.

-Nadine, ella no despierta- lloraban los ojos de la rubia sin decírselo a su propia voz y a pesar de tener un rostro maltratado de preocupación, su onda serena intentaba disuadirme desde hace mucho.

-Ya los oíste, debemos esperar. Ella es nuestra Madam, estará bien-

El cansancio por fin me venció, el choque había sido mucho, caí golpeándome con el filo de la cama de mi mujer y entre en un mundo oscuro, alejado de ella.

¿Por qué Violette lo había hecho? ¿Por qué con ella dentro? Estaba molesto, ¿Era su intención abandonarme? a mí que le había entregado el corazón, que era además dueño del suyo.

No puedo creer que aun al borde de la muerte, no pude descansar soñando con ese Conde maldito, me las debería pagar cuando despertara.

Cuando pudiera volver a empuñar mi mano, asestaría el peor de los golpes en su cara, no solo para romperle los dientes, también el tabique y su ceja, lo dejaría como un bulto sobre el suelo.

Casi mataba a mi Violette, así que el plan era dejarlo casi muerto.

Blemont estaba en cama, justo al lado de la Madam, y Nadine cuidaba de ellos tras días de aquel terrible incendio, por poco caía dormida cuando ambos hombres se acercaron a la cama de Violette.

-Buen día- les dijo para que notaran su presencia, pues se veían atraídos a la mujer postrada –buenos días a ambos- recalco con un tono más fuerte.

Ellos se sacudieron y dirigieron a Nadine reclinando la cabeza -¿Cómo esta ella?- pregunto Edmond.

Nadine los reconocía, eran los hijos herederos que amaban a su Madam –aun no despierta, los doctores dicen que es por la situación tan desafortunada- se cubrió con el pañuelo la nariz, pues quería llorar de nuevo -¿Pueden creerlo? lo llaman una situación desafortunada, cuando ha sido el peor y más triste suceso de mi vida- moqueo -¿Cómo vamos a vivir sin ella?-

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora