-Es un precioso vestido Jerome pero, ¿qué dirán de ti si entro prendada de tu brazo? Yo y el hijo del Duque Alphonse-
-Los hombres morirán de envidia y las mujeres querrán ser tu Léa-
-Deja ya de llamarme así, no puedo escuchar ese nombre sin sentir escalofríos- y era verdad, ahora que Jerome se acercaba y deslizaba su mano por el brazo de Violette podía sentir como su vello se había erizado.
-Disculpa, es la costumbre- quizá su toque no era para nada erótico sino más bien un intento de calmarla, pero aun así sus ojos se detuvieron un instante en su cuello expuesto a merced de su locura –solo quiero que tengamos una velada juntos, es en parte por eso que no te dije quién era yo en el pasado, para evitar precisamente tus preocupaciones por mi posición y valió completamente la pena-
No me atreví a entrar de nuevo hasta que Violette me lo permitió, al mismo tiempo que Jerome salía de su cuarto, sabia dios que estuvieran hablando dentro, por más que me había adherido a la puerta no escuchaba ni un susurro, así que por ese día yo perdí la oportunidad de sincerarme con ella.
La mañana siguiente transcurrió con naturalidad hasta la tarde cuando al entrar a su habitación note que estaba aquel espantoso vestido sobre la cama y me detuve a observarlo con detalle, era de lo más escandaloso, aunque pensándolo bien ella se vería hermosa, era mi odio infundido simplemente por el hecho de que aquel enemigo mío lo había escogido.
A pesar de que temprano le había solicitado a Nadine que le atendiera, ella parecía estar muy ocupada ayudando a las otras que ya se alistaban para la gran fiesta, por eso se decidió que era yo el indicado para socorrerle; al acercarme al cuarto de baño pude escuchar como chocaba el agua contra el suelo mientras Violette terminaba de asearse.
-¿Blemont?- su voz húmeda y lenta pareció evaporarse al igual que mi concentración, cuando la imaginaba desnuda siendo acariciada por el sol que bajaba de apoco por la ventana.
-Soy yo- le dije después de lo que pareció una eternidad -traje el estuche de tus joyas, Nadine está demasiado ocupada para ayudarte-
-No importa, tú serás mi chaperón esta noche-
-No me pidas eso- aquello salió de mi con algo de dolor -no quiero estar con ese tipo toda la noche mientras veo cómo te sujeta la cintura al disimular bailar contigo-
-¿Acaso estas celoso?- y como no estarlo, si ahora que la veía saliendo con el cuerpo envuelto en una manta mi curiosidad aumentaba –ha sido por consideración que me invito acompañarle, no más-
-La persona más considerada que conozco- respondí con sarcasmo.
Ella comenzó a secarse el cuerpo y me dejo ver aquel lugar sobre el que habían estado sus alas –debes cerrar los ojos, al menos un momento- aunque ella me daba la espalda, podía ver como sus orejas se habían puesto rojas mientras se recogía el cabello.
-Bien- juro que, aunque lo intente con todas mis fuerzas no pude evitar al menos girar un instante y ese instante lo fue todo, pues a la curva de su espalda y su prominente trasero se unían aquellas piernas gruesas que me invitaban apretujarles –no tardes- quizá la voz denoto mi nerviosismo, pues al cerrar los ojos mis fantasías emprendían el vuelo.
-Ahora sí, debes ayudarme- tenia puesta ya la primera capa de algodón, mi deber era ponerle con cuidado el resto del vestido que estrujaba su cuerpo como yo hubiera deseado hacer en ese momento, paso sobre su cabeza la inmensa falda y coloco el corsé al final, apretando las cintillas para resaltar su diminuta cintura –no olvides que tienes que comportarte- me dijo casi ahogándose por la falta de aire.
Ella recogió en un alto moño su largo cabello, provocando con aquellas clavículas que le adornaban el pecho –lo hare si él se comporta contigo- me coloque detrás de ella para poder asegurar la gargantilla que usaría esa noche, me imagine acercándome a su cuello, a dejar un beso en la base de su nuca, imagine como podría fácilmente en un abrazo acariciar su pecho, levantar su falda y por fin hacerla mía. Algo que seguramente Jerome y todo hombre ahí presente pensaría al verla tan hermosa como era –no lo digo por celos nada más, envolverte con el hijo de un conde no favorecerá tu posición, quiero evitarte un conflicto político-
-No tienes nada de qué preocuparte Blemont, si en algo soy buena es en la política, esa que esta manejada por hombres viejos y estúpidos, ganarme su favor no sería para mí un reto- ¿reto? quizá no lo era para ella, pero parecía haber un reto para mí en esa declaración "¿dejaras que otro me tome antes que tú?" eso pensé.
Y lo pensé por mucho tiempo, como una pesadilla paso desapercibida ante mis ojos la mayoría de la velada, incluso cuando tenía a Jerome frente a mi tomando la muñeca de mi Madam para llevarla al centro de la pista, pero enojarme no me serviría de nada, dejarme arrastrar por celos me hundiría aún más y yo terminaría por caer de aquel lugar que tantos años me había costado ganar.
-No tenía idea de que fueran tan cercanos- aquella voz casi me saco del trance, con todos esos pensamientos cubriéndome no pude inmediatamente comprender de quien se trataba –es una lástima que no tengas el rango para interrumpirlos siquiera-
Al levantar la mirada me sorprendí viéndome casi consolado por la frías pero certeras palabras de aquel hombre de chaqueta negra que había entrado a nuestro hotel –no te preocupes por mí, sé que tú tampoco puedes, o ya lo habrías hecho-
Me respondió con una risa de dientes apretados y sus ojos se achicaron casi evaluando la situación –en eso te equivocas, a diferencia de Jerome no estoy tan necesitado de su atención, el lugar que ocupo en su corazón no podrá quitármelo ni él, ni tu...-
-¿Acaso quiere provocar un pelea mi señor?- en ese momento lleve mis manos detrás de mi espalda, me conocía bien y sinceramente no estaba de humor para soportarlo a él o a ninguno –debería comportarse como un hombre de título y dejar de molestar a la servidumbre como yo, después de todo, según usted, yo no represento ningún peligro-
Entonces lo vi dejar su trago en la mesa detrás de nosotros, se acomodó el moño al cuello y me sonrió muy orgulloso de sí mismo.
Avanzo entre la gente, aunque estuvieran a media pieza de baile y detuvo a Jerome tocándole el hombro, él le regreso la mirada con asombro al igual que Violette y después de unos segundos le entrego en las manos a mi Madam.
Vi como la alejaba de la multitud, sacándola de la pista cuando los músicos aun no terminaban y más adelante, la perdí por completo, corrí entre los pasillos del castillo sin encontrar seña de su paradero y una inmensa tristeza comenzó a gotear sobrecargando mi corazón, un miedo terrible le acompañaba y con todo ello un coraje que hacia chirrear mis dientes.
-¡Jerome!- le grite a medio pasillo de regreso a la habitación de Violette -¿Por qué dejaste que se fuera con él?-
-¿Un sirviente le alza la voz así a un señor?- el entendió que no hablaba yo con un barón o conde, hablaba con un igual, otro hombre que amaba a la Madam –de nosotros tres, sirviente, eres el único que tiene miedo- eso cayo en mi como nieve de diciembre –es más que obvio que no debo preocuparme para nada de ti-
-Eso no es lo que te pregunte-
-Bueno, si quiere ir con él que vaya, yo... Adrien ¿verdad?, estoy confiado en que al final del día me quedare con ella- se acercó a mí y vio lento todo mi ajuar, desde la punta de mis zapatos hasta mi cabello ahora revuelto –no importa si se trata de él o de ti, yo ganare porque sé que ella me ama, poco o mucho no importa, tengo más oportunidad que tu-
Aquello fue un susurro, un siseo de víbora advirtiéndome de la peligrosa mordida que podía recibir.
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Violette
RomanceDicen que su tatarabuela era bruja, porque sabía de hierbas y era mujer de ciencia, que su abuela seducía marineros en los puertos de Venecia a cambio de licor. Y su madre, bueno que decir de su madre, era una mujer de poca paciencia que atendía por...