Capítulo 33 Con su trino, el arrendajo tiene embelesado al futuro rey

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-Fueron las únicas mascotas que pudimos tener en el orfanato- dije mientras me acerque a Viole que sostenía entre sus manos un conejo blanco de ojos sangre; al igual que él, apenas se inmuto por escucharme, pues seguro sospechaba desde la mañana que tenía intenciones de acercarme a ella -pero aquellos no eran tan lindos-

-Su pelaje se parecía más a un puño de paja, este es un trozo de algodón-

-Te esperaba en la mesa...-

-No tenía apetito- dijo sin dejar de acariciar a la criatura

-No has tenido apetito últimamente- se quedó callada, sabía que no quería hablar conmigo, pero no podía evitar buscarla, intentar acercarme cuando estaba a la distancia de mi mano -no pretendo obligarte a quererme, pero si ni siquiera me das la oportunidad de hablar contigo, haremos de esto algo más difícil de lo necesario, para ambos-

-Dices "esto" como si tomar propiedad sobre una persona y su vida no significara nada- dejó al conejo dentro de su jaula y se sacudió las manos -era una mujer más libre estando en un callejón de putas-

-No me hables de esa manera Viole, me ves como si no valiera nada...- me mordí la lengua, hacerle un berrinche no iba solucionar las cosas -sí, ya no eres una huérfana, tampoco una matrona, pero no puedes llorar por este presente, es consecuencia de tus propias decisiones también, debes hacerte responsable por ello-

-Eso es lo que más odio de todo esto, más que tener que comportarme, más que este inmenso y desolado lugar, Edmond, odio haberme equivocado tanto-

Esa era la primera vez que la escuchaba hablarme de manera sincera y cuanto me dolía aquello, tenía a la mujer que amo lamentándose por otro hombre -¿Por qué no puedes siquiera considerarme?-

-Deja eso de una vez, no puedes entender que no siento por ti desprecio alguno- se acercó y dejo su mano sobre mi mejilla -no te odio, ya no hay más odio en mi para entregar-

Puse mi mano sobre la de ella, ansiando que nunca la apartara -lo sé, que no sientes nada. Déjame vivir con eso a cuestas a tu lado y tal vez un día aparezca, aunque sea algo de cariño por mí-

-Eres un niño rogando que un extraño lo cargue en brazos- tuvo el impulso por lastima de abrazarme fuertemente mientras se colgaba de mi cuello -¿Crees que eso sería justo para cualquiera de los dos?-

-Se bien que es injusto para ti, pero lo deseo Viole. Por lo menos este abrazo que me das-

Si, era aún ese huérfano que ella conoció, parecía que sin importar las enseñanzas que había recibido, las heridas de espada y todo lo que había esperado por ella, seguía siendo un niño salvado por Viole.

Me soltó y con los ojos enrojecidos por su tristeza me palmeo sobre el hombro antes de alejarse de mí. Jugaba con mis sentimientos dándome tan lejanas muestras de humanidad, que yo confundía con cariño. Que quería confundir con amor.

-¡Viole!- grite fuertemente antes de correr a encontrarla, la tome por la cintura y la alce dando vueltas con ella hasta que logre sacarle una sonrisa, ganando velocidad hasta que ambos caímos al suelo carcajeándonos de la estupidez de la escena; respiramos profundo, vueltos a la realidad, entrelace mi mano con la de ella mientras contemplábamos la bóveda celeste -no puedo hacer que me ames, pero hare todo para darte la felicidad que te mereces, no importa si me crees un amigo o un sirviente nada más, si decides usarme o ignorarme, permite que al menos me acerque lo suficiente para mostrarte que esta vida, también tiene cosas buenas para ti-

-Tu padre me ha encomendado tu cuidado- ella se detuvo un momento a meditar lo siguiente para no ilusionarme -como una fiel sierva de la corona, te reconozco como mi futuro rey y cumpliré con mi promesa de velar por tu seguridad, no tengo corazón que darte Edmond, pero jamás dudes de que conozco mis obligaciones, sé muy bien cuál es mi lugar a tu lado y cumpliré con el papel que me han dado- se acercó a mí, recostándose sobre mi pecho -soy tu prometida, tu futura reina consorte, pero jamás dejare de ser Violette-

La tome aprisionándola más fuerte sobre mí, queriendo fundirme con ella -lo siento tanto, pero mi corazón necesitado se aferrará a esto-

-Lo sé, yo lo lamento más- la solté solo cuando mis brazos se descubrieron adormilados, nos pusimos de pie y tomé su mano para caminar de vuelta al gran salón donde estaban los músicos y nadie más -su majestad- dijo reverenciándome -¿Me permite?- y extendió la mano para que la sujetara.

-Sera un verdadero placer- sonreí tomándola y depositando un beso sobre su dorso, la acerque a mí y tome su cintura, la música comenzó a sonar y bailamos al compás hasta que la noche y el hambre nos alcanzó.

Como si nadie más estuviera viendo, con total normalidad, ella era aquella niña con una corona de flores en la cabeza y yo su valiente caballero con espada de madera, reímos como entonces a pesar que de las flores se habían marchitado y las cicatrices en mis brazos eran de ardiente hierro.

Ese sueño que ella estaba tejiendo para mí era mi nueva realidad, mi pequeña burbuja de felicidad. Mi caja de música con ella girando al centro de todo. Mi Viole.

-Mañana tu padre al fin recibirá la corona, debes estar nervioso por lo que el mundo espera de ti- me comento mientras caminábamos de vuelta a su cuarto.

-Fue su idea que visitara a todos antes de que el rey muriera, siempre estuvo muy seguro de que me heredaría el control de todo, no ha pasado un solo día desde que lo conocí que no me preparara para esto- sí, había sido una carga pesada, pero ahora tenía mi recompensa -siendo honesto, lo que piensen de mí no interesa mientras pueda cumplir con mis obligaciones y mantener a la mayoría a salvo, podre vivir una vida feliz y tener una muerte digna-

-No imagino el alcance de lo que la corona significa, por más que la he visto en la vida solo es para mí una decoración pesada. Pero apuesto a que está a salvo en manos de alguien que piensa como tú- ella se detuvo frente a la puerta, no tenía permitido entrar hasta que la tomara por esposa -te ayudare en todo lo que pueda cuando llegues a ella-

-Es muy triste pensar que podría ser pronto, mi padre ha sido un buen hombre conmigo y me ha dado todo cuanto ha poseído, si fallece, seguro dependeré de ti por algún tiempo, no será problema con lo fuerte que eres ahora...-

Me sonrió -apuesto a que te sorprendiste de las historias-

-He escuchado varios relatos de ti sacando a hombres maduros de tu posada a fuerza de patadas y jalones de oreja- le acaricie la mejilla, blanca y suave mientras aun sonreía -de ahora en adelante yo me encargare de todos quienes te ofendan, tu solo debes ocuparte de vivir bien-

-El príncipe es muy generoso conmigo- su voz melosa era casi un coqueteo, lo que me hizo imaginar que, si hubiera seguido yo con ella en el orfanato, habríamos salido de ahí y ahora estaríamos en algún callejón del distrito de placer besándonos en las sombras, con ella contra la pared cubierta por mi espalda.

-Harás que me avergüence de nuevo- a pesar de que mi mano estaba revestida por un guante roce sus labios entintando la tela, muy perdido en el deseo que tenia de reclamarlos míos, pero su cara sorprendida y ese manchón en su mejilla me detuvo de hacerlo, no quería forzarla más de lo que lo hacía ahora o esta burbuja desaparecería -es que ya no soy un niño, tan solo verte me provoca, me esfuerzo mucho para contenerme siempre que estamos juntos-

-Bueno, hace mucho que no me ruborizo por nadie así que solo... abriré mi puerta y dejare pasar la escena-

Así termino nuestra conversación, con ella apartándose mientras la punta de sus orejas se teñía por mi comentario, no sabía si una matrona tan experimentada tenia permitida aquella ternura, dejo de inocencia, pero eso también lo amaba.

-Violette- dije recargado susurrándole a la puerta sin saber si ella escucharía del otro lado o no -puedo convertirme en el hombre más patético del mundo solo sonriendo por ti, solo pensando en ti las mejillas me duelen... no logras imaginar lo feliz que me hace tenerte a mi lado, incluso si eso solo significa recibir unas palabras tuyas. Por todo el amor que te tengo, te pido que me perdones, por aquel fatídico día- toque con la punta de mi dedo dos veces, sin muchas ganas de que atendiera mi llamado -ese día que me despedí de ti, me permite presentarme ahora como un hombre digno de tu inteligencia, tu fuerza y belleza. Te guardare como el mayor tesoro de mi reino y mi vida quedara a tu servicio, te haré feliz... prometo que te haré la mujer más feliz del mundo Viole-

Quizá no pudo escuchar nada o quizá se encontraba sentada en el suelo recargada en la puerta mientras disfrutaba de mi discurso o lo considero perorata. Nunca lo supe y no me importo, pues aquello que hubo de venir para mí, fue nada menos que exquisito.

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora