Capítulo 36 El gato devoró al arrendajo

0 0 0
                                    

Jerome era un hijo de casa noble, como su educación estricta le había inculcado llego puntual al alba, era tan molesto, apenas abría yo lo ojos de mi profundo sueño, recibía la noticia de que buscaba a mi mujer. Viole y yo habíamos hablado mucho antes acerca de Jerome, de cómo le confió que pensaba alejarse para darme oportunidad, sinceramente un comentario que molestaba mi ego, como si necesitara yo que se apartara, iluso, todo el amor de Viole era para mí, pero decidió, seguramente también por ego, creerse mi héroe otorgándome libre paso.

-Es un placer verte de nuevo- ahí estaba el muy descarado sonriéndole a Viole durante el desayuno, y yo alejado al otro lado de la mesa, ocupando mi lugar junto a mi padre, no podía taparle la vista.

-Nos honra con su visita joven Jerome ¿Cómo se encuentra el duque Alphonse? Espero pueda visitarnos pronto-

-Sin duda responderá a su llamado majestad, la salud y el buen juicio aun acompañan a mi padre, por desgracia para él debe atender nuestra casa, no tiene permitido caminar tan libremente como yo-

Era bueno pensar que Jerome caería en aquellos deberes pronto -aproveche el tiempo mozo Jerome- dije interviniendo en la respuesta de mi padre -así lo hare yo para disfrutar de estas comidas, pues cuando sea su turno de tomar el mando, seguro no podrá visitarnos más-

-Descuide mi príncipe- se burlaba el desgraciado –así como mi padre responde a su majestad, yo moveré cielo y mar para atender a la joven Violette-

Escuche en el fondo como Viole carraspeo un poco para callar el pleito que estaba por provocar, tenía razón, yo debía ser más sensato, tenía más que perder. Así pues, me disculpe y abandone la mesa.

POV Jerome

Ver a Edmond largarse al fin, me complació bastante, jugaba con mi suerte provocando a alguien de su nuevo estatus, pero me divertían situaciones como aquella, demostraban lo débil que era de mente tratándose de mí y Violette.

-Tienes que dejar de provocarlo, ya me cuesta bastante defenderte de sus opiniones- cuando el rey se disculpó terminado la comida, ella mando llevar lo necesario a la cúpula del laberinto, estaba justo sirviendo mi taza de té cuando me reprendía por molestar a su prometido –llegado el punto discutiré por ti, pero no podré defenderte si le das la razón tan fácil-

-Tienes que admitir que es más culpa de él que mía, mira que ponerse así de celoso aun cuando todo el mundo reconoce que están juntos, es un niño-

-Sabes bien porque esta celoso-

-Sabe tan bien como yo que me amas más- eso me regalo una sonrisa de frustración, hasta resoplo con la nariz por su enfado –lo siento, pero es verdad, de los tres es a quien menos quieres-

-Y pensar que te llame para tener una mañana tranquila...- no quería que ella se enojara conmigo, pero los chismes que abandonaban el castillo acerca de la nueva pareja eran alertas para mi

-¿De verdad lo amas?- se quedó callada, mientras veía como se le erizaba el bello de los brazos y se hundían sus mejillas, seguramente porque las mordía por dentro

-Más de lo que recordaba- refuto

-Yo conozco bien tus ojos de enamorada, alguna vez me viste así y los ojos que tengo ante mí ahora no tienen ni por poco el modo de aquellos-

-Claro que no, te ven de mala manera por los comentarios que haces, te llame aquí porque eres mi amigo, pero molestas a mi prometido y ahora me incomodas a mi ¿A qué se debe todo esto? -

-No has escuchado el silbido a pesar de que proviene de tu hogar- los sirvientes que estaban a nuestro lado reverenciaron y se retiraron, sabían que eran la causa de los chismes y a quienes acusaba –todos hablan de ustedes, de cómo te ven frustrada y cansada cuando Edmond no está cerca- lleve mi mano con cuidado a través de la mesa para tomar la suya, estaba helada –tu mirada de mentira, esa si la conozco bien-

-Eres muy engreído-

-Yo mismo lo he visto esta mañana cuando llegue al castillo- me había dirigido a la habitación de Violette para escoltarla al comedor, pero Edmond se adelantó, cuando salió del cuarto y le beso, note la sonrisa forzada y que el sonrojo de sus mejillas era más por aguantar las ganas de soltarle la mano que por vergüenza –vi cómo te limpiaste el beso de los labios cuando regresaste con el pretexto de buscar tu pañuelo, aborreces su sabor ¿Por qué no lo admites? -

Me soltó con desdén, asustada –yo conozco bien mi lugar ¿Debo recordarte cual es el tuyo? -

-¿Me llamaras perro de la reina como todos los demás? Si me encomendaste con tu amistad advertirte de todo mal, he de protegerte incluso de ti, tu no amas a Edmond, finges que así es mientras cabalgas escondiendo en su espalda tu cara de decepción, abrazándolo con tu rostro oculto en su cuello mientras te muerdes los labios para no expresar que quieres irte lejos-

Le aterraba aquello que yo le decía, lo veía en su piel blanca como el marfil y sus ojos dilatados –si eres un amigo fiel en verdad, debes olvidar que esta discusión tuvo lugar, no permitiré que vuelvas a hablarme de esta forma Jerome-

-Violette- me puse de pie y me acerque a ella aún más, oculte su cara sobre mi hombro y entre mi cuello y le acaricie la espalda, contándole los cabellos de uno a uno mientras ella empuñaba mis ropas reconociendo que decía la verdad –he visto muchas aves desplomarse sobre campos de trigo, preciosas criaturas batiendo las alas aun intentando huir a los cielos cuando saben que su muerte se aproxima, esa sangre que los ahoga y vuelve en lodo la tierra que los rodea...- acerque mi mano a su nuca y le apreté aún más, esta, era la estocada que le daría muerte –eres igual a ellas y tu mirada es de un deseo infinito de huir-

Lo fue, abandono el aire su cuerpo en un gesto de sorpresa, no sé si se maravillaba de que alguien hubiera descubierto su mentira o de la verdad en la que ella misma había caído.

-Debes callar Jerome o te cortaran la cabeza, si alguien te viera ahora incluso, tocándome así...-entendí con ello que había decidido confiar en mi esta mentira para aligerar su peso

-Sé que los celos pueden provocar muertes horrendas, pero no te preocupes por ello, será mi yo del futuro quien deba resolverlo, por ahora, deja de tiritar y hablemos con la verdad... ¿No deseas estar aquí? -

-No puedo calmar esta tormenta de arena que has provocado, siento que me falta el aliento y caeré en un parpadear- era verdad, estaba casi ahogándose, entrando en pánico –ya no lo quiero Jerome, me siento igual que cuando estaba con Didier, actuando de esta manera, como alguien que no soy, fingiendo que amo a alguien con quien no quiero estar- en este momento las lágrimas le salieron, me odiaba por ser yo causante de esto, pero no había otra forma

-¿Por qué no vuelves con Adrien?- se alejó empujándome con los brazos, entre su sorpresa había algo de curiosidad por saber que había sido de aquel –aún está en la posada esperando a que vuelvas, esta vida que tienes no es la única a la que puedes aspirar, el hombre te ama de verdad y tú lo amas a él- por más que me costara admitir –si sigues negándolo caerás enferma-

-No- fue un terminante no, no a esa conversación, no a hablar de él, no estaba lista –esa tampoco soy yo, ya no soy la gran Madam-

Quizá lo decía por que aquella Madam no se hubiera permitido estar en esta posición, aquella Madam jamás pensó en enamorarse, ni en dejar el callejón que la vio nacer. Ella no lloraría ni agacharía la cabeza, la gran matrona del callejón rojo no obedecería al rey, no obedecía a dios menos al hombre, aun si este tenía una corona.

Pero Violette, esta mujer llamada Violette sin título de poder, ella fue encontrada en un momento vulnerable y comprometida a la fuerza para este papel. Ella había sido atrapada entre las manos del rey y entregada a su hijo como nueva mascota, si, tenía al niño endiosado con su belleza y su trinar, pero este no planeaba sacarla de la jaula.

-Te ayudare a huir de aquí si así lo deseas, iré a la orca para darte la libertad que mereces-

-A costa de tu vida ¿Qué libertad podría ser esa? No, no me dejes por favor, ahora más que nunca te necesito, no permitas que tu muerte me separe de tu lado, eres el único en quien confió-

No podía imaginar, que tras los muros de enredaderas había oídos curiosos transcribiendo nuestra conversación, no para volverla un chisme, estaba escuchando atentamente para tomar acción y de ser necesario ejecutar castigos.

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora