Capítulo 6 Los hilos que no se rompen siempre tienden a enredarse.

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-Alardea en una posición poco favorable Monsieur, tengo muy buena suerte para las cartas-

-Entonces Madam hagamos de esta apuesta algo más interesante-

-Puedo adivinar sin temor a errar aquello que desea apostar, ya otros lo han deseado antes, pero déjeme quitar esas ideas que le nublan el juicio, para que así pueda concentrarse en el juego. Solo una persona ha podido ganarme y ni aun aquel se atrevió a pedir que apostara mi vida-

-Jamás me valdría de estos medios para conseguir siquiera un beso suyo; pero permítame en cambio crear una oportunidad para ganármelo- entonces dejo sus cartas boca abajo en la mesa, muy cándido -solo le pido una cita, una tarde de su día para que recuerde quien soy-

-Me habla de manera muy confiada y eso me incomoda- con las uñas comenzó a golpear la mesa mientras lo miraba atentamente tratando de atar un recuerdo a su memoria -bien, si es que gana-

Es de mis deseos más profundos el que aquello nunca hubiera pasado, que aquella noche el carruaje se hubiera deslizado hacia un barranco en el camino, para que ese sujeto nunca hubiera entrado por nuestra puerta; pues las cartas cayeron y en un parpadeo Violette había perdido.

-Es una verdadera fortuna para mí- estaba él evidentemente complacido por su desempeño, pero la Madam aún se encontraba con la mirada clavada en sus cartas, quizá entendiendo como aquello fue a pasar.

Cuando hubo de recorrer cada movimiento en su cabeza que la llevo a terminar de aquel modo, levanto el rostro y le sonrió tan gentilmente que me dolió el pecho -ha sido maravilloso Monsieur- Violette le extendió la mano mientras se ponía de pie y esa tormenta en su cara parecía despejarse -una partida memorable sin duda-

-Me deja sorprendido Madam- le respondió apretándole el saludo.

-Jugare de nuevo con usted cuando guste, una vez haya pagado mi apuesta-

Ella genuinamente estaba feliz y es que amaba el juego, pero yo no era rival digno y hasta la aparición de aquel mozo, no hubo otro apostador que valiera su tiempo. Pero este sujeto se presentaba ante su puerta con nombre y mundo. Y sabia seguro más que yo a pesar de tener los mismos años.

Tuve tanto temor aquella noche, pues esa sonrisa de Violette había sido mía y solo mía por mucho tiempo y no lo era más, incluso si había sido solo por un instante, había decidido compartirla con ese buen mozo.

Se despidieron quedando dada fecha y hora para recibir el pago, la Madam insistió en entregar también el dinero que se encontraba guardado previo a empezar y conto su sirviente cada moneda con lentitud para que así su amo pudiera platicar con ella un segundo más.

Ni siquiera cuando lo vi tomar su abrigo del armario y salir por aquella puerta, pudo descansar mi corazón. Pues en mi memoria se labraba como recuerdo eterno el saludo entre los dos.

- Violette- tenía que preguntarle, ya no podía acobardarme más -¿de verdad pagaras esa apuesta? Es demasiado alto el costo-

-El hombre ha ganado honestamente y a pesar de lo que crean muchos haya afuera, no tengo deudas de ningún tipo-

-Entonces, deja que te acompañe-

Violette me regalo una mirada incrédula -dime ¿Por qué desconfías de él? Lo mencionaste antes de entrar y reconozco que tenías algo de razón, pero el hombre me parece familiar...-

-No sabes si quiera su nombre-

-Dios, es verdad, he olvidado preguntárselo por completo- ¿acaso estaba distraída o se había enamorado? -al fin al cabo él quiere que adivine de quien se trata, dudo que me hubiera respondido de haberlo cuestionado-

-Pero él te conoce desde la primera noche que entro al hotel- quizá mi voz se volvía amarga cuando pensaba en él y Violette caminando por el parque o sentados uno al lado del otro esperando la noche -haz caso por una vez a mi consejo y no permitas que se te acerque, ¿está bien?-

-Blemont- ella se acercó a mi rostro y paso sus suaves dedos sobre el bello creciente de mi barbilla -no te entiendo si me hablas en otro idioma-

Y es que quería yo que leyera en mi mirada lo mucho que odiaba aquel sujeto, quería yo que descifrara en mi preocupación el infinito amor que le tenía. Pero esos lenguajes le eran completamente extraños a la Madam, que bajo ninguna circunstancia los había oído o contemplado.

-Solo digo, que debes tener cuidado, no deseo que termines como Nadine-

-¿Dices que no deseas que me aleje de aquí o que no deseas que alguien me robe el corazón?-

-No quiero que te roben la tranquilidad; te recuerdo empapada buscando este lugar que ahora llamas hogar y recuerdo todo el esfuerzo que invertiste en él, reparaste cada muro y rechinido en el piso, elegiste cada vitral y cortina que adorna la casa, recuerdo como cambiaste el papel tapiz una y otra vez hasta que te dio gusto... no deseo que pierdas todo esto que has construido, por un hombre-

-¿Ni siquiera por ti?-

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora