Capítulo 18 El amor es así, un asesino.

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Vivía la peor tortura de todas, estaba mi corazón hundido en la incertidumbre y mi cabeza maquilaba cientos de escenarios en los que ella se daba cuenta de lo poco de mi valía y se iba lejos, muy lejos de mí, guiada por la mano del ruin lord Edmond.

Nunca había sentido yo tanto miedo y no caí en cuenta de que era en vano, no veía más allá de la idea de que era un error rotundo amar a alguien como ella, tan diferente a mí, era una condena de por vida para anidar esta clase de pensamientos cada vez que ella saliera por la puerta; estaba inequívocamente enamorado de ella y me dolía tanto, mi mirada perdida en la nada y los murmullos de las personas a mi alrededor que me echaban un vistazo con lastima, dios, lloraba y ella aun no me abandonaba, pero estaba solo, más solo que en aquella tormenta donde la conocí.

-Este día no podía ser peor- Violette había pateado un frasco con ceniza recogida de las mesas y manchado la alfombra de la entrada -no pueden ser tan descuidadas para dejar esto aquí-

Cuando llegué con ella, se me colgó del cuello y no se aligeraron las cadenas de mi corazón, al contrario, sentí como ella aumentaba la pesadumbre de este - ¿tan mal te ha ido? -

-Trajo de vuelta a mí recuerdos terribles, cosas que había dejado enterradas en lo más recóndito de mi sique y ahora no puedo dejar de revivirlas, se derraman por todos los rincones y creo que me van hacer pedazos-

La abrace, pero fue un abrazo muy egoísta, no quería yo consolarla, la abrace con orgullo de que hubiera vuelto a mí y peor, con gracia de que aquel hombre le hubiera vuelto a lastimar. Era una persona terrible aquella en quien confiaba Violette, era yo.

-Sube al cuarto y descansa, yo me hare cargo- Nadine la libero de ese compromiso y me dio oportunidad a mí de colocarme en mejor posición frente a ella, recogería cada pedazo de alma que botara al subir las escaleras y lo colocaría amorosamente de nuevo en su sitio, como el hombre más ruin.

-Dímelo- estaba sentada en la orilla de su ventana con los pies colgantes hacia la calle, con los ojos a punto de abrir sus presas.

-Perdón- apreté las orillas de mi camisa y baje la mirada -sé que te duele, sé que no es justo, pero no puedo sentirme mal por eso. No por todo- sorprendida volteo la mirada hacia mí -me duele que hayas pasado por todo eso con Didier, que te hayas sentido sola y triste y desesperanzada incluso, pero no puedo dejar de alegrarme por el hecho de que no los ames, me alegro de que cometieran esos terribles errores y te dejaran ir, incluso aunque eso te doliera también, me alegro de que te hayan convertido en mi Violette-

-Lo que dices es tan cruel...-

-Y egoísta y muy hipócrita de mi parte, porque seguro te lastimare en un futuro, porque no podré hacerte feliz cada segundo de vida que compartas conmigo, pero soy esto que vez aquí, este mozo sin otro futuro, soy este hombre de egoístas y crueles sentimientos que no desea otra cosa que encerrarte en estas cuatro paredes para permanecer por siempre mía-

-No puedo decir que yo sea mejor-

-¡Pero mereces algo mejor!- las lágrimas salieron de mis ojos antes que de los de ella, incluso eso le estaba robando -no ellos ni yo, pero algo mejor. Porque eres la mejor mujer que conozco, amorosa y leal, entregada e inteligente-

Caminamos al punto medio de la habitación y caí de rodillas para abrazarla por la cadera y pegar mi cabeza a su vientre.

-Estas tan ciego Blemont-

-No, no es así. Te veo mejor de lo que ese espejo refleja y te amo, te amo tanto Violette-

- ¿Tuviste así de miedo? - dijo mientras acariciaba mi cabello y yo como niño le arrugaba las ropas asintiendo vehementemente.

-Creí que no volverías- esa oración acabo por romperme, por hacerme sentir el hombre más miserable de la faz, un llanto patético inundo en el ambiente y me descubrí roto y mortal.

-No importa cuántas veces me veas cruzar esa puerta, volveré. Y no dejare de amarte a menos que ese sea tu deseo-

Ella se agazapo y ahí conmigo en el suelo me abrazo hasta que el llanto se evaporo.

Al rato la música llego hasta la habitación y nos distrajo del calor que compartíamos, no me dijo nada y me elevo consigo en camino al baño. Me descubrió el cuerpo, me delineo las clavículas y se detuvo en los lunares de mi rostro, me beso y me tomo del pelo. Por impulso la sujete de la cadera y la pegue a mí, sin soltar su boca comencé a desatar las cintas de su ropa y me permití hacerla caer junto a la mía.

Ambos entramos a la tina caliente y permanecimos abrazados hasta que el agua se tibio.

No, esa noche no la tome mía, no era el momento apropiado, no así.

Solo seque su cuerpo y ella el mío y así desnudos descansamos juntos hasta que el sueño nos embargó, sus delicados senos sobre mi pecho detenían mi acelerado palpitar y su mano que se aferraba a mí me servía de guía para ni en sueños perder mi destino con ella.

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora