Capítulo 17 El rojo cereza del cielo.

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Las hojas le comenzaron a caer en la cabeza, las aves dejaban sus nidos y se preparaban para emigrar, y aquel libro en sus manos se llenaba de polvo interrumpiendo su lectura, haciendo fracturas pequeñas en esos otros mundos que deseaba visitar.

Violette levanto el rostro, ya desganada o harta de tanto sacudir las hojas y vio venir a lo lejos el destello de las joyas que colgaban en el cuello del Conde Didier, luego de aquellos terribles días, la luz de su alma se había apagado, su cabello brillaba menos y sus ojos hinchados distraían a los curiosos de los nubarrones que la cubrían. Deseaba con toda su alma escapar de aquel conde, a pesar de que fuera necesario dejar atrás los libros también, y es que no le temía a la pobreza, pero si a la ignorancia.

Eso pensaba mientras se dirigía a las bardas que rodeaban la casa del Conde, últimamente las contemplaba mucho, porque, aunque altas, eran muy tentadoras, un modo de escape.

"Pst" escucho y giro sobre si misma buscando alguien al rededor, pero nadie.

"Pst" interrumpió de nuevo su huida, "arriba" le dijeron con voz cansada. De los altos árboles en rededor venia aquella voz, joven, de hombre, pero dulce.

Le parecía haber visto aquel rostro antes, pero no lo recordaba bien, pues las ramas que le arañaban la mejilla, al mismo tiempo resguardaban su certera identidad.

-Si algún guardia le encuentra lo mandaran matar-

-Puedes por favor...- le dijo intentando no ahogarse -tomar mi espada y cortar la manga de mi chaqueta, se quedó atorada y por eso no puedo bajar-

Violette encontró sobre el suelo aquel fino destello, al levantarlo noto la ligereza, el perfecto balance entre el mango y el filo, no era esa el arma de un ladrón.

-Si le corto la mano por error...- ella se estaba divirtiendo un poco- ¿A quién debería entregársela? -

- ¿Qué tal si intentas no cortarla? -

-Después de escuchar su nombre, daré mi mejor y más atinado golpe, se lo prometo-

-Me duele más el corazón que el brazo, al ver que me olvidaste...- suspiro una última vez con la fatiga a cuestas -Jerome, ese es mi nombre, señorita Léa-

Ella recordó entonces, a ese molesto mozo de la noche en la fiesta, así que tuvo compasión y clavo la espada en la rama cortando certeramente la chaqueta, de la que salió volado un botón, vio luego la ligereza con que el joven cayó sobre sus pies, aunque algo tambaleantes.

-Tiene que salir antes de que alguien más lo encuentre, no se quien sea su padre o padrino, pero seguro no podrá eludir el castigo del Conde si llega a descubrirlo colándose a su casa-

Violette tomo la falda y se ayudó a girar sobre si misma con intención de abandonarlo, pero Jerome había pasado varias noches ya pensando en cómo podría verle de nuevo, esta pequeña oportunidad, no podía desaprovecharla.

-El Conde no se enterará de que estoy aquí, no dirás nada tampoco, ¿No es así? - él se apresuró a colocarse a la par de ella y choco su hombro contra su cuerpo como en un juego de complicidad.

-No recordaba que tuviera tan malos modales monsieur- golpeo un poco con su libro el estómago de Jerome, cayendo a final de cuentas en su coqueteo.

-Perdona entonces por mi atrevimiento, pero te aseguro que esto no es más que un acto de bondad- él prosiguió después de ver la cara de asombro de Violette -estoy seguro de que debes estar muy aburrida aquí dentro, no has salido ni una sola vez desde que llegaste ¿Verdad? -

-Es usted muy curioso... ¿Por qué querría yo salir de aquí? tengo todo lo que quiero aquí dentro-

-¿Libertad?- Se colorearon las mejillas de Violette tintadas de vergüenza, la altiva fachada cayo por los suelos cuando le recordaron que no era más que una jaula de oro aquello que presumía como su hogar.

VioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora